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LA ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA DE MARÍA ZAMBRANO. 467 aun en los proyectos más alejados al parecer de ellas, esos proyectos máximos de ser hombre, como el mismo superhombre»22. Rey-mendigo, resumen y revelación de las fuerzas contrarias que agitan y conducen al hombre a la acción23. Más tarde, tendrá lugar la larga etapa humana, en la que el hombre a través de la filosofía se preguntará a sí mismo. Pero, en todas las situaciones seguirán estando presentes, diversificados, los variados delirios nacidos de las entrañas del rey-mendigo24. Si nos fijamos en el segundo término del título que hemos puesto al trabajo, lo histórico, M. Zambrano, a la hora de definirlo, afirma claramente que no es ni los hechos ni un mero fluir del tiem­ po 25. Si fuera así, nuestra explicación, en el primero de los casos, tendría que recurrir simplemente a las causas que producen los cam­ bios, causas económicas o históricas 26. En el segundo caso, no 2 2 HI) 1 6 1 . E. F e rn á n d e z G. ha estudiado las entrañas, el infierno que todo ser vivo lleva dentro de sí, en La razón p oética: salvación d e los ínferos (T. R o ch a B a r c o [ed.], M añ a Z am bran o: la razón p o ética o la filo so fía , Madrid 1998, 109- 134). 23 Hablando del entrelazamiento de esas dos fuerzas, escribe así: «El mendigo se nos aparece aún como signo de que el hombre habría de ser divino. Y al no ser un dios no es otra cosa que mendigo. El mendigo y el rey forman un solo personaje y en el uno se encontrarán siempre huellas del otro. Como si en la unidad de los dos se manifestara la ambigüedad esencial de lo humano. Los dos igualmente espon­ táneos y primarios y, por ello, sagrados, pertenecientes al mundo de lo sagrado» (HD 160). 24 Cf. HD 173. Otro modo de explicar la acción de estas dos fuerzas de las «entrañas» del hombre es el binomio inocente-culpable. He aquí sus palabras en la p. 160: «Los dos viven en esa historia del corazón, del goce y del sufrimiento que corresponden al pedir y al otorgar. El rey corriendo el riesgo de negarse, de negarse al mendigo, de no reconocerse en él. El mendigo refugiado en su no-ser, sin riesgo, predestinado a ser el juez, un personaje inevitable, tan inevitable en el drama de la vida humana como el rey y el mendigo. Y para que aquel que juzga no sea juzgado a su vez, es preciso que sea alguien sumido en el no-ser de la condición primaria. Juzgar sólo deberían los que no viven, los que no están com­ prometidos en un proyecto de vida personal. Y si el mendigo no eligió, sino que aceptó el hundirse para apurar esa condición humana, tendrá que aceptar más tarde el riesgo de ser juez». 25 HD 146-147. Cf. J. M o re n o S an z, «Las fórmulas del corazón», en El p en sa ­ m iento d e M aría Zambrano, Madrid 1983, 28-29. 26 HD 13-14.

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