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492 MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA Precisamente esta definición encierra lo que la ruina tiene de «lugar sagrado»: «Porque encarna la ligazón inexorable de la vida con la muerte; el abatimiento de lo que el hombre orgullosamente ha edificado, vencido ya, y la supervivencia de aquello que no pudo alcanzar en la edificación: la realidad perenne de lo frustrado; la victoria del fracaso»152. Pero, además, hay otra relación significativa importante. Toda edificación o construcción humana ha entrado en la naturaleza cre­ ando un vacío en su plenitud, ha impuesto un orden extraño a la naturaleza. Cuando se destruye la obra humana, retorna la vida ele­ mental de la tierra que incluso toma su revancha con la vegetación que crece entre las ruinas. «Lo humano ha quedado aniquilado y de su integración ha nacido la esperanza convertida en libertad: un soplo divino agente de la obra y su prisionero a la vez. Y la pacifi­ cación de la naturaleza a través de la vida que toma su alimento de lo que un día fuera su enemigo»153. La ruina tiene como característica propia ser una tragedia sin autor, «una tragedia cuyo autor es simplemente el tiempo; nadie la ha hecho, se ha hecho»154. El significado del tiempo radica en que es indefinido para una tragedia que se hace por sí misma, enlazán­ dose un pasado que sigue siendo actualizado como pasado y un futuro que nunca fue presente 155. ¿Qué podemos sacar para la comprensión de la vida humana de todas estas explicaciones? «Porque ruina es solamente la traza de algo humano vencido y luego vencedor del paso del tiempo»156. No se trata de volver a recordar las grandes realidades que encierran la historia del hombre. La plenitud inicial de la realidad 152 HD 254. Para M. Zambrano una ruina «nítidamente conservada, aislada de la vida» es algo monstruoso. «El abandono y la vida vegetal naciendo al par de la piedra y de la tierra que la rodea, abrazándola, invitándola a hundirse en ella dejan­ do su fatiga, hace que la ruina sea lo que ha de ser: un lugar sagrado» (ibid.). 153 HD 255. En la p. 254 dice que «la presencia de la muerte-vida lo define todo: los pinos, los cipreses, cualquier matojo, adquieren el carácter de símbolo de una vida pura, nacida de la muerte en su desnuda fuerza transformadora». 154 HD 251. 155 HD 252. 156 HD 253.

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