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LA ANTROPOLOGÌA HISTÓRICA DE MARÍA ZAMBRANO. 489 cindir del tiempo, la vida tenía que desplegarse en el tiempo. Y, aunque el hombre se sumió en lo divino, «había en realidad sacrifi­ cado el hombre ante lo divino, abismándose en él. Todo lo humano había sido destruido implacablemente, menos el tiempo... El super­ hombre ha sido el último delirio nacido de las entrañas del rey-men- digo, del inocente —culpable que no pudo dejar la carga del tiem­ po, resistencia implacable que la vida humana opone a todo delirio de deificación»139. Dentro de la concepción antropológica de M. Zambrano es preciso recordar la nada, que será la última aparición de lo sagra­ do. Ya lo preanunciaba, cuando, hablando de Nietzsche, escribe: «Más allá del tiempo le hubiera esperado una última resistencia: la nada» 14°. La nada como tal apareció primeramente en la religión 141. Desde una concepción popular, la nada es concebida como rodeando al ser, sin entidad propia, pero activa, reduciendo a polvo sucesos y proyectos. La nada «es la vida sin textura, sin consisten­ cia». Sin textura, porque no es ser. Sin consistencia, porque no tiene esencia 142. En su breve recorrido histórico, María Zambrano relaciona a la nada con la total soledad, partiendo de la inspiración de Heidegger y Sartre l43. 139 HD 172-173. 140 HD 173. 141 En el campo religioso, M. Zambrano indica estos diversos conceptos de nada a lo largo de los siglos: 1) Último fondo de donde sale la realidad por un acto creador. 2) La condición de viviente solo y desnudo frente a Dios que lo juzga (Lutero). 3) El desierto del propio ser que separa al hombre del amado divino (San Juan de la Cruz). 4) El abandono absoluto de las pretensiones de ser propias del hombre, la nada del alma por Dios (Miguel de Molinos) (HD 177-180). 142 Cf. HD 179-182. 143 Cf. HD 182-183. Sobre este mismo problema de la nada ha escrito en otro lugar: «Toda metafísica está siempre tocando el problema de la Nada, que a su vez engendra la Creación frenética; y junto a esta Nada, la voluntad, el querer, sobre todo el querer lo absoluto sabiendo que se va a hacer relativo» («De un curso de María Zambrano (1945)», en Litoral, 1983, nn. 124-125-126, 201).

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