PS_NyG_2000v047n002p0461_0494

486 MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA Por un lado, queda a salvo de toda contingencia, libre tanto del goce como del sufrimiento, situaciones propias del rey-mendigo 124. La claridad cartesiana es el horizonte del sujeto que encuentra en sí mismo la garantía de su existencia en libertad. Y de aquí las dos con­ clusiones importantes: a) la independencia en su ser; b) la transparencia de un mundo sin enigmas 125. Por otro, se libera del contacto con lo divino, «ya que el hom­ bre había dejado de ser recipiendario de nada venido de lo alto, ni de otro lugar, de nada que no brotara de sí mismo»126. La concien­ cia se constituye en el lugar exacto del hombre, pues «Dios sigue siendo la clave del edificio metafísico, la garantía de la existencia de la realidad, mas el horizonte quedaba despejado de su presencia. La conciencia había llenado este espacio, Dios sería el garante de la existencia del ser que existe en y por la conciencia. Mas la concien­ cia es, por definición misma, autónoma»127. El hombre, ser de conciencia, halla en ella su vida (no en el hombre de alma y cuerpo) y vivir es conocer obligando «a la vida, a toda la vida, a que siga el destino del conocimiento. La vida instala­ da en el lugar del conocimiento resulta al propio tiempo sometida a él y deificada»128. Con el idealismo, el hombre (lo humano) pasa a ser el alimen­ to de lo divino en la historia y a través de la historia. El hombre es sacrificado a la historia y llevado a su último límite: el sujeto tras­ cendental al que corresponde el saber absoluto, el espíritu idéntico a sí mismo, que tiene las cualidades de lo divino 129. 124 Recordando la noción de «entrañas», M. Zambrano señala que la concien­ cia está encima, como suspendida sobre las entrañas, impasible e inaccesible a nada no-humano. La vida de la conciencia se caracterizaría por la evidencia o claridad, que destruye los enigmas, y la seguridad (HD 163-164). 125 HD 166. 126 HD 163. 127 HD 20-21. Cf. HD 176. 128 HD 21; L. C am m arano , «Muerte y resurrección de lo sagrado», en Anthropos 1987, nn. 70-71, 101. 129 Cf. HD 22, 166, 168-169.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz