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470 MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA bre, al que le falta esa realidad en el principio de su marcha en la tierra: «Para el animal y la planta, encajados en su medio, “perfec­ tos”, la realidad está presente en la medida en que les es necesa­ ria... Mas, al hombre... le falta la realidad sin más, algo que no coin­ cide con ninguna manifestación particular, con ninguna “cosa”, sino que debe estar detrás de ellas o en ellas, o en alguna otra parte»37. Tampoco ha aparecido ni el espacio ni el tiempo. El hombre vive sin conciencia de su extrañeza 38. Pero, a diferencia de lo que les pasa a las plantas y a los ani­ males, el hombre no permanece anclado en esta su condición pri­ maria, sino que su relación con la realidad va a pasar prontamente por un estado de delirio para finalizar en otro de amor y gracia. El hombre comienza a sentir un delirio de persecución. M. Zam- brano explica de la siguiente manera el nacimiento de este delirio. El hombre, que se encuentra en la realidad que no ha inventado, sino que simplemente la ha encontrado, se esfuerza por encontrar su sitio en tal realidad. Para conseguirlo, proyecta a su alrededor lo que nece­ sitaría para estar perfectamente encajado. Pero, como consecuencia de no encontrar respuesta, se siente rechazado, perseguido y atisba con interés cualquier detalle que guarde relación con sus esperanzas. Y en esta situación es cuando surge el delirio persecutorio porque se siente «mirado sin ver», experimenta «la presencia inexorable de una estancia superior a nuestra vida que encubre la realidad y que no nos es visi­ ble. Es sentirse mirado no pudiendo ver a quien nos mira»39. M. Zambrano define esta situación como «estar ante algo, bajo algo». Ese «algo» se presenta como ocultación radical, completa, de una realidad que el hombre encuentra con su vida 40. 37 HD 42. 38 Esto se sigue de que la extrañeza sólo se descubre en la conciencia «y lo que le ocurre es el vivir inmediato sin conciencia, sin visión de la situación “extra­ ña”» (HD 30). 39 M. Zambrano recuerda en este punto la coincidencia con Max S cheler que, en su obra El puesto del hombre en el cosmos, «describe la situación del hombre como la de alguien que no tiene un espacio propio, un medio, una casa» (HD 33). 40 Cf. HD 31. Es importante señalar la importancia de ese «algo», esa última reali­ dad, que será la matriz traducida posteriormente como ens realissimus por la filosofía, como «la suma realidad de la cual emana el carácter de todo lo que es real» (HD 32).

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