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458 MODESTO BERCIANO VILLALIBRE ción? Pues el verdadero momento oportuno ( á X r¡d f¡Q k cllp ó q ) sería él mismo (Dios), sol de oriente, origen de todas las cosas, buen hace­ dor y tiempo oportuno ( ev/caipía) de la tierra, del cielo, de las natura­ lezas intermedias, así como de todos los animales y plantas» 71. Y poco después afirma el mismo autor que «los que dicen que los momentos oportunos son las estaciones del año, no usan los nom­ bres en el sentido principal»78. Parece indispensable considerar esa experiencia originaria y ver qué lugar se le deja en la fenomenología. Heidegger nos pone en guardia para no hacer de la realidad de Dios un objeto o un princi­ pio metafísico. Esto estaría aún dentro del momento de la destruc­ ción fenomenológica. Por otra parte, dicha experiencia sobrepasa toda comprensión y toda expresión. Heidegger reconoce esto cuan­ do afirma los límites de la fenomenología y dice que «la compren­ sión última sólo puede ser dada en la genuina vivencia religiosa»79; y cuando afirma que el mismo Pablo, que tiene una profunda viven­ cia, tiene que recurrir, para expresarla, a «los medios insuficientes que tiene a disposición»80. ¿Qué hace entonces Heidegger? Dice que Pablo no encuentra otra cosa que signos en la comunidad... Pero ¿signos de qué? Signos para su propia seguridad, signos de la auten­ ticidad de su propia existencia... Pero la experiencia originaria de Dios desaparece del horizonte en el análisis fenomenológico hei- deggeriano. El fenómeno, o los fenómenos concretos de la expe­ riencia religiosa que analiza Heidegger son reales, pero quedan des­ ligados de lo que les da el sentido más fundamental. La existencia religiosa que presenta Heidegger se queda sin base, o mejor, se queda sin orientación, por si el concepto de «base» suena aún dema­ siado a fundamento metafísico. ¿Cabe aún otra opción entre la consideración metafísica de lo divino y el prescindir de ello? Creemos que sí. Ante todo, pensamos que hablar de «metafísica» sin más distinciones constituye una sim­ plificación, en la que no vamos a entrar aquí. En general, si en el fenómeno religioso aparece una experiencia fundamental de lo divi- 77 F iló n , De mutatione nominum, 264. 78 Ibid., 266. 79 M. H eid eg g er , Phänomenologie des religiösen Lebens, p. 67. 80 Ibid., p. 72.

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