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ANTROPOLOGÍA. CRISTOLOGÌA. POBREZA 403 dinis appetitus205, que es la tentación humana de hacerse el hom­ bre principio de sí mismo originado en una insensata complacen­ cia en sí. Por eso, será siempre la humildad, y no el orgullo, la verdadera grandeza del hombre 206. La humildad llega a constituir­ se en ideal de la vida cristiana 207. San Buenaventura piensa al hombre en términos que pueden traducirse como términos de pobreza. El esse naturae y el esse morís gratiae son estructuras teológicas y ontológicas, como ya he señala­ do, diferentes, pero coinciden en presentar al hombre desde la pobreza y de óntica deficiencia. Su origen es la nada, que es tam­ bién la constante amenaza de su destino. Sacar de la nada al ser, sólo como radical vanidad y deficiencia puede ser pensado. De ahí que la relación de dependencia y alteridad respecto de Dios sea, de alguna manera, el constitutivo esencial del hombre. Y es en la medi­ da en que es a Deo, de forma que su existencia es algo relativo, en el doble sentido de que nunca puede ser interpretado como un absoluto y en cuanto que es en relación y por la relación. Es nihili- tas, que traduce la deficiencia de ser, y es también la expresión de la pobreza ontologica de todo ser creado, cuya existencia traduce ciertamente una voluntad divina manifestada en el orden mismo de la creación, y, por otra parte, solamente puede ser interpretada en claves de receptividad y de don, porque su propia existencia es carencia de perfección y de plenitud. Desde esta perspectiva, la pobreza evangélica, la pobreza fran­ ciscana es la expresión de la absoluta dependencia que el hombre tiene de Dios, en plan concreto del ser, de la creatura producida de la nada pero llamada a la plenitud de la vida en el Misterio del Verbo Encarnado. Es muy significativo que Buenaventura haya pensado toda la teología espiritual como una mistagogía, como una inicia­ ción a la participación en el misterio de Dios, estructurada como la acción misma de la gracia que ordena inmediatamente a Dios, según Dios y para Dios (propter Deum), manteniendo la misma estructu- 205 S an A g u st ín , De Civitate Dei 14, 13, 1 (PL 41, 420421; CCL 48, 434); Con- tra Académicos 2, 8, 21 (PL 32, 929; CCL 29, 29). 206 Cf. S an A g u stín , Sermo 353, 8, 8 (PL 39, 1567); Sermo 22, 8, 8 (PL 37, 1946; CCL 41, 297-298). 207 Cf. R. G authier , Magnanimité..., 375-404: L’ideal de la humilité.

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