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EL HIJO DEL HOMBRE 301 o argumentos? No son aducidos. Justificaría la afirmación de Jesús la realización del milagro? Decididamente no. El perdón de los peca­ dos y el milagro con toda la dimensión que hemos apuntado se hallan en el mismo nivel. La jurisdicción sobre ellos la tiene Dios o su Enviado. La certificación de la gente: «Jamás hemos visto cosa parecida» se sitúa en dicho nivel, que es el de la fe. Ellos creyeron ante el signo. La discusión «racionalista» de los escribas equivalía a cerrarse a la fe. Las palabras y, sobre todo, la actitud de Jesús abre al hombre a la existencia escatologica y al futuro: quien hace andar al paralítico (Is 35, 6), puede librar al hombre de su pasado perdonándole sus pecados. Ambas cosas son obra de Dios y lo uno no existe sin lo otro. Al afirmar Jesús su pretensión en ambos casos no blasfema, sino que instaura el reino de Dios. Quien entiende el pecado en cuanto «ser inautèntico», aprenderá que el creyente no está junto a la fe; la fe se justifica en la fe. Quien entiende el pecado como libe­ ración de «lo pasado» debe caer en la cuenta de que la salvación de Cristo, el Reino, comprende mucho más 8. 1.7. ¿Puede llegarse a establecer alguna conclusión? Esperamos que sí: el hecho de pertenecer a la triple tradición apunta a un episo­ dio que echó profundas raíces en las primitivas comunidades cristia­ nas; su finalidad pretendía destacar la autoridad de Jesús; si utilizan la expresión Hijo del hombre como título cristológico se supone —como en todo título— una reflexión y un punto de apoyo y de partida; cre­ emos que pueda concluirse que la elevación a la categoría de «título» de la expresión Hijo del hombre fue una explicitación y una interpre­ tación de lo que se hallaba intencionadamente oculto en la misma: Jesús la utilizó con «segunda intención», la de ocultar su dignidad tras ella. No olvidemos que esta escena tiene lugar muy poco tiempo des­ pués de la teofania del bautismo en el Jordán, cuando salta a la con­ ciencia de Jesús el plus existente en su persona humana. Si los escri­ bas no reaccionaron, ello obedeció a dos razones: al género literario que, en estos casos, no admitía réplica, y, en segundo lugar, al des­ concierto que la expresión perifrástica «Hijo del hombre» suscitaba. ¿Qué habría detrás de aquella designación corriente? 8 W. S c h m ith a ls , Das Evangelium nach Markus, I, Ökumenischer Taschenbuch Kommentar zum Neuen Testament, Würzburg, 1979, pp. 52-54.

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