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358 FELIPE F. RAMOS El Veniente, el que viene, se refiere al Exaltado, descrito con autori dad divina. Es el Señor presente en la comunidad (1, 13: en medio de los siete candelabros) y juez futuro (14, 14). Las dos visiones con tribuyen a desmontar un apocaliptismo futurista inmediato. Esta identificación de las afirmaciones mesiánicas significa que las descripciones del Hijo del hombre han sido traspasadas al Hijo de Dios. 1.3. Para destacar su elevación escatológica la carta a los Hebreos (caps. 1-2) aplica a Cristo una serie de textos del AT. La imagen de la entronización escatológica entró muy pronto en el anuncio de la elevación, como en general todo el mundo imaginati vo escatológico. Dicha imagen tenía que ser sustentada por el poder señorial de Cristo. Esto lo fundamenta el autor recurriendo a la prue ba de la Escritura, del AT. En la interpretación cristológica del Sal 8, 5 (w . 6-8: «¿qué es el hombre para que te acuerdes de él... el Hijo del hombre...?») se discu te si se refiere o no a la primitiva tradición cristiana del Hijo del hom bre. Originariamente fue un himno que enaltecía la figura que Dios había conferido al hombre en la creación. El autor lo transfiere al ser humano de Jesús considerado como el fundamento de su posición de Señor escatológico a quien Dios puso todas las cosas bajo sus pies. La utilización mesiánica del Sal 8 en la apocalíptica no podía por sí sola justificar su aplicación a Cristo; lo facilitó la utilización del uiós ánthropou, del versículo 5, al Hijo del hombre. Es improbable que no exista asociación alguna con el Hijo del hombre terreno y paciente; por el contrario, parece que deba pensarse que no existe en nuestro texto una cristología constitutiva del Hijo del hombre, sino que dicha cristología ha sido completada con la del Sumo Sacerdote. Junto al título está: «le hiciste menor», «coronado de gloria y honor» (v. 7) aplicado a Cristo, del que la comunidad sabía que era el Hijo del hombre y que había padecido (Hch 2, 9-11). El título limitado que el AT aplicaba a la creación de Dios — atribuido al hombre— se convierte aquí en un título de dignidad que, paradójicamente, se atribuye al Humillado. Felipe F. Ramos León
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