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356 FELIPE F. RAMOS 1. El contexto inmediatamente anterior es interesante porque diversifica el nombre de la realidad contemplada: su mirada al cielo (en singular); su visión de la gloria de Dios y la presencia de Jesús a la derecha de Dios. Puede tratarse de tres expresiones de la misma realidad. Esto es lo que da paso a la formulación de Esteban (o de Lucas, que lo pone en sus labios). Ante este texto deben destacarse las consideraciones siguientes: — Es el único que no se halla en labios de Jesús. — Lucas lo toma de la tradición e identifica a Jesús (v. 55) con el Hijo del hombre. — Nuestro autor actúa de forma contraria a la que es habitual en él: no utiliza al Hijo del hombre desde un aspecto demostrativo, sino indicativo de una doble realidad con la que no podía estar de acuer­ do: que los judíos no tenían razón y que la política evangelizadora de la Iglesia tampoco (por razón de su particularismo rabioso). — Este «único texto» puede ser un signo de que el título Hijo del hombre ya no era actual, que había caído en desuso y, al aducirlo, lo reactualiza. Esto se demuestra porque necesita incluso una explicación. El Hijo del hombre está de pie. Es la única excepción. Fuera de ella siempre aparece sentado. Está a la derecha de Dios. Eso es lo importante, porque equivale a declarar que es el Mesías (Sal 110, 1). No hay una explicitación unánime del por qué está de pie. ¿Se ha levantado para dar la bienvenida al primero de sus testigos que había sellado su testimonio con su sangre? ¿Lo hace como signo de acercar­ se al tribunal para ser su testigo en el juicio? — Se atribuye al Hijo del hombre lo que se decía de Dios, que se levanta, se eleva, se encoleriza en su mansión a causa de sus hijos. Y lo hace o bien para enfrentarse con sus enemigos (Is 14, 22; Sal 3, 8; 7, 7) o para procurar la salvación (Sal 12, 6). — Como aquí se da más importancia al Hijo del hombre que a Dios, este dato podría intentar situarnos en la línea de la dignidad- sublimación del Hijo del hombre. — Ciertamente se nos está hablando del Hijo del hombre exal­ tado. Ahora bien, esta idea dominó fuertemente la concepción de la comunidad cristiana original: la conversión de Pablo tuvo lugar gra­ cias a la intervención del Exaltado; él mismo demuestra que las apa-

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