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EL HIJO DEL HOMBRE 355 será dada otra señal que la de Jonás. Porque como fue Jonás señal para los ninivitas, así lo será también el Hijo del hombre para esta generación» (be 11, 30; Mt 12, 39-40; Marcos (8, 11) nos sitúa en el mismo contexto pero, en él, Jesús se niega a dar señal alguna). La «generación» adúltera o infiel debería haber reaccionado como los ninivitas. El Hijo del hombre debía haber significado para sus contemporáneos lo que Jonás fue para los ninivitas: una palabra que revolucionase su vida v su conducta. Más aún, la parusta-ve ni- da de Jesús posterior a la pascua debería haber significado un nuevo aldabonazo para sus conciencias. No es verosímil que Jesús distinguiese tan claramente dos momentos en su vida, como lo hacemos nosotros al hablar del tiem­ po prepascual y del tiempo pascual o postpascual. Esto sería una distinción ajena a Jesús. Este logion se sitúa en el terreno de la analogía, no en el campo del milagro: «como Jonás fue un signo... así debería haberlo sido el Hijo del hombre». Por otra parte, debe acentuarse que el centro de gravedad de la historieta de Jonás no se halla en el tema de la sal­ vación. Su salvación no tenía valor alguno ni para el AT ni para los escritos rabínicos. No obstante, la comunidad cristiana no tenía por qué intentar resolver las posibles dificultades de los escribas. Lo que afectaba a su mismo ser era testimoniar que la parusía de Jesús resucitado de la muerte era la garantía del signo mesiánico de credibilidad inme­ diatamente experimentado y ofrecido a la generación creyente, no a la «adúltera» caracterizada por la increencia. Se trata de un signo, no de una prueba. Para las imágenes del relámpago y del día de Noé remitimos a lo dicho más arriba en 1.5. VI. EL HIJO DEL HOMBRE FUERA DE LOS SINÓPTICOS El primero de los textos, y el más significativo es el del libro de los Hechos de los Apóstoles: «Y dijo (Esteban): Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre en pie, a la diestra de Dios» (Hch 7, 56).