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EL HIJO DEL HOMBRE 353 tros» Qn 14, lss.). En el Evangelio de Juan no existe la parusía en el sentido tradicional. La parusía es la pascua. La vuelta, el retor no o la parusía joánica coincide con la resurrección. La resurrec ción corporal al fin de los tiempos Qn 5, 29) no perteneció al Evangelio en su forma original. 3.°) El tiem po in d e fin id o n u n c a es signo d e con su elo. ¿Podría ser un signo de triunfo y de victoria, para los amigos o para los enemigos de Jesús, un acontecimiento tan remoto que nadie se atrevería hoy a calcular los millones de años que tarda ría en producirse? Naturalmente que los contemporáneos de Jesús no medían la duración del mundo por unidades de millón. No obstante, el acontecimiento al que hace referencia Jesús obligaba a pensar a sus contemporáneos en un tiempo más o menos leja no, en un acontecimiento remoto e impredecible, que no podía servir de consuelo ni de argumento para nadie, ni para los discí pulos de Jesús ni para sus enemigos. Y ahí está precisamente la contradicción, porque tanto Mateo como Lucas afirman que ten drá lugar «desde ahora» (Mt 26, 64; Le 22, 69). Lo que comienza «desde ahora» es el reino de Cristo. Iniciado con su venida en «la plenitud de los tiempos» (Gal 4, 4), llega a su perfección con su «sesión a la derecha del Padre y con su venida sobre las nubes del cielo». En ellas alcanza su plenitud, su perfección y la esceni ficación más llamativa el reino de Cristo. Las imágenes hacen refe rencia a la irrupción del reino de Dios en la historia. En ella Jesús asume el papel «escatológico» del Hijo del hombre. 4.°) La «parusía y el ju ic io ». Lo absoluto, lo totalmente otro, ha penetrado en el espacio y en el tiempo. Y así como el reino de Dios y el Hijo del hombre han llegado, así también ha llegado —sin esperar al clásico fin del mundo y el juicio universal— el juicio exis- tencial, dependiente de la actitud del hombre ante dicha realidad divina y la bienaventuranza. 5.°) Jesús se reconoce com o Mesías, pero como un Mesías pasa do por el tamiz del Hijo del hombre. Esto significa el cambio radical en las esperanzas judías. Y también una amenaza muy seria. Los jueces de Jesús quedan sometidos al veredicto de Jesús como juez, en su calidad de Hijo del hombre. Amenaza que va implícita en el «veréis». Ante la perspectiva de su condenación, Jesús manifiesta la certeza de su justificación-aprobación por Dios y el rechazo-conde-
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