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344 FELIPE F. RAMOS me negare delante de los hombres, yo le negaré también delante de mi Padre, que está en los cielos». La vergüenza se traduce aquí por «evaluación», que estará de acuerdo con las obras realizadas. Y éstas se hallan determinadas por la calidad del seguimiento (Mt 16, 24: «negación de sí mismo, tomar la cruz y seguimiento»). La g lo ria d el P ad re es su manifestación plena en el resucita­ do. El tiem po es cercano; lo verán algunos de los presentes (Me 16, 28: «verán al Hijo del hombre venir en su reino»). Es evi­ dente que el reino no viene «al final de los tiempos», considerado cosmológicamente. ¿Qué consuelo sería para los que no se han avergonzado del Hijo del hombre esperar su venida en un tiempo remoto, impredecible, que tendrá lugar dentro de millones de años? El paralelo de Le 12, 8-9 dice lo mismo: Debe notarse la identi­ ficación de la gloria en el Hijo del hombre, en el Padre y en los san­ tos ángeles: «Yo os digo: A quien me confesare delante de los hom­ bres, el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. El que me negare delante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios». El texto subraya la defensa de los valores predicados por Jesús. Y entre ellos figura, como el de más alta estima, la relación perso­ nal, y no simplemente legal, del hombre con su prójimo y con Dios, sin ningún tipo de discriminaciones. Aquí el testimonio favorable es «ante los ángeles de Dios». Se trata de sus representantes, de su corte o de Dios mismo. En todo caso se sobreentiende una realidad coin­ cidente con lo mencionado en el texto anterior. 1.4. Acentuaciones apocalípticas La actividad ultraterrena del Hijo del hombre se caracteriza esencialmente por sus representaciones apocalípticas: «Entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y majestad» (Me 13, 26). El apocaliptismo estricto del texto lo demuestran varios argu­ mentos o consideraciones:

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