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342 FELIPE F. RAMOS intervendría en el juicio último a favor o en contra de los hombres que oyeron o rechazaron su palabra (Me 8, 38) 34. Después de la pascua Jesús desplazó el papel de juez (Rom 2, 3-11; 14, 10, comparado con 2Cor 2, 10; ICor 4, 4-5). En lugar de la venida del reino de Dios (Me 9, 1; Le 22, 18) o de Dios mismo para realizar el juicio (como en el AT) se habla de la venida del Hijo del hombre. (Esta concepción pasó a los grupos judeo-apocalípticos que se lo traspasaron aJ Mesías judío: Hen. et. 46, lss.; 48, 2ss.; 62, 2ss.; 69, 27ss.; 4 Esd 13, 13ss.). Lo mismo hicieron los cristianos: utiliza­ ron expresiones y representaciones judías para sus afirmaciones. En realidad, la comunidad hizo y dijo lo mismo que Jesús, pues, también según su palabra, el testimonio del Hijo del hombre es deci­ sivo en el resultado del juicio. (La diferencia está en la determina­ ción del tiempo en que se realizará o en la precisión sobre «el últi­ mo día»). La conducta de los hombres ante su predicación y hechos decide ahora sobre el reino de Dios; el sí o el no, la fe o el recha­ zo de la misma es central en la evaluación de Jesús; no es necesario más. En este sentido, según el versículo 38, que seguimos teniendo delante, la actitud actual seguirá estando presente en el juicio últi­ mo. De este modo, el juicio de Dios del último día no es otro que el del Hijo del hombre, que ya está presente. Lo peculiar sería: a) Jesús no es equiparado ni con los profe­ tas ni con los justos ni con los maestros del AT; b) su camino es diferente y destacado por encima de todos los demás; c) ni siquie­ ra puede compararse con figuras excepcionales, como la de Ber­ nabé (Hch 4, 36-37), de otra forma los romanos hubiesen interve­ nido rápidamente y no hubiese sido necesario siquiera el proceso; d) el Hijo del hombre es, por tanto, un título de humildad y gran­ deza. Como en Ezequiel, sólo que en su cumplimiento final. Se describe así el servicio del sacrificio, pero que ha sido realizado por el encargo de Dios y ante el cual se decide la salud-salvación o la desgracia. Y como con los justos pacientes, sólo que, tam­ bién, en su cumplimiento final; el «humilde» rechazado por los hombres y exaltado por Dios juzgará a aquellos que le aceptaron o rechazaron. 34 E. Sch w eizer, o. c., p. 91.

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