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EL HIJO DEL HOMBRE 341 Marcos parte del punto siguiente: una expresión auténtica del misterio jesuológico del Mesías la tenemos cuando Jesús, en sus palabras sobre el Hijo del hombre, habla de él en tercera persona, como si se tratase da alguien distinto de él. Esta diferencia es cons­ titutiva del misterio del Mesías. Las auténticas palabras de Jesús sobre el Hijo del hombre venidero demuestran —según la concep­ ción del evangelista— que la predicación galilea del Hijo del hom­ bre era ya, aunque oculta, la predicación de Cristo en el sentido de la confesión pascual de Jesús. Así la tradición de Q (Galilea) debió llevar a sus portadores a la comunidad de la Iglesia. Los santos ángeles son los acompañantes habituales del Hijo del hombre o de Dios en sus teofanías. La presencia del Espíritu que hizo (o manifestó) a Jesús como Hijo de Dios (Me 1, 10-11) con­ vierte también a sus seguidores en hijos de Dios (Mt 11, 25). En el AT ser como ángeles significa ser «seres divinos» o «hijos de Dios» (Deut 32, 8; Sal 29, 1; 89, 7; Job 1, 6). En el Apocalipsis son ánge­ les, entre otros, los dirigentes de las iglesias. Con este título se diri­ ge a ellos el Vidente en las cartas. Por tanto, se nos está diciendo que Jesús se presenta con sus seguidores absolutamente fieles. Ni la gloria ni los ángeles nos obligan a pensar en el último día en el sentido tradicional. Se refiere al juicio personal, a la trayecto­ ria de la vida, que se convierte en la evaluación progresiva ante el Maestro, que la valora como los exámenes parciales superados, en los cuales la nota final es ya cuestión de la «secretaría». Esto, eviden­ temente, será visible para los ojos de la fe. El texto analizado nos habla, como es lógico, del segundo momento o de la última evaluación que mantiene la tensión entre el Hijo del hombre presente-futuro. 1.2. Parece inevitable pensar en la relación del Hijo del hom­ bre de los evangelios con el profeta Ezequiel, a quien se dirige fre­ cuentemente el oráculo con el mismo título de hijo de hombre. Dando por supuesta dicha relación, esto significaría que Jesús enten­ dió su camino en el sentido de tener que consumár o llevar a su culminación los sufrimientos de Israel, de sus profetas y de sus jus­ tos. Si el camino de los justos pacientes (Sab 5, 1-5) terminaba con su testimonio en el juicio, entonces Jesús se autocomprendió no como uno de tantos, sino como el testigo que, de manera singular,

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