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336 FELIPE F. RAMOS Junto a estas afirmaciones hay que establecer que la formula­ ción es posterior al suceso, por supuesto. Se remonta a una tradi­ ción que se halla recogida en los versículos siguientes: «En verdad os digo que ya no beberé el fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios» (v. 25). «Jesús le respondió: “En verdad te digo que tú hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres”» (v. 30). «Viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban sus ojos pesados, y no sabían qué responderle» (v. 40). «Levantaos; vamos. Ya se acerca el que ha de entregarme» (v. 42). Merece ser destacado el «me va a entregar» del versículo 42. El título del Hijo del hombre habría sido introducido posteriormente. Es claro que el versículo 42 hace referencia a algún tipo de anuncio que hablaría de su arresto, con el que Jesús tenía que con­ tar. Esto nos hace suponer el texto cercano de Le 22, 22: «Porque el Hijo del hombre va su camino, según está decretado, pero ¡ay de aquél por quien será entregado». La comparación con el verso ante­ rior es significativa y nos confirma en nuestra afirmación: «Mirad, la mano del que me entrega está conmigo a la mesa» (v. 21). La conclusión es que aquí se ha desarrollado una idea teológi­ ca fundamental que acentúa el pensamiento siguiente: el momento del arresto es la hora de la entrega en manos de los pecadores. Una hora que Dios había determinado para llevar a término la obra de la consumación. Algo muy semejante al concepto de «hora» existen­ te en el Evangelio de Juan. Esto equivaldría a la justificación de un título como el del Hijo del hombre en este momento. La entrega del Hijo del hombre (Me 14, 21) sería anunciada dentro del contexto de la traición, que aparece en Marcos (14, 17- 21) antes de la institución de la eucaristía y en Le (22, 21-23) des­ pués. El «me» de Me 14, 18 y Le 22, 21 sería anterior al Hijo del hom­ bre. En ambos casos la primera persona «me» ha sido sustituida por el Hijo del hombre. El contexto pide que el «me» tenga carácter de título o dignidad y así se convirtió en el Hijo del hombre condena­ do a morir. En esta línea nos sitúa Le 22, 48: «Jesús le dijo: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”». Antes del «Hijo del hombre» el

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