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EL HIJO DEL HOMBRE 335 los que se construye la civilización cristiana. Sin ella, sin la convic­ ción de que la estadística del mal no disculpa el mal en mí, el con­ cepto de la responsabilidad sería vano y superfluo. «En los aconteci­ mientos existen leyes completamente distintas de valoración. La consideración cristiana se relaciona con la guerra lo mismo que con el dolor: lo alaba por su fuerza purificadora, lo condena por el hecho de su misma existencia». Al final de la escena de Getsemaní, leemos las siguientes pala­ bras de Jesús: «Llegó por tercera vez y les dijo: “¡Dormid ya y des­ cansad! Basta. Ha llegado la hora y el Hijo del hombre es entregado en mano de los pecadores”» (Me 14, 41). El versículo comienza (4 la ) con las características de ser tradi­ cional y termina ( 4 lb ) siendo redaccional: en lugar del Hijo del hombre originariamente figuraría el pronombre de primera persona, como lo confirma el verso siguiente: «Ya se acerca el que “me” va a entregar» (Me 14, 42). La inserción del Hijo del hombre estaría en la línea de la identificación de Jesús con él 33. Aparece de nuevo el tema en la entrega a «los pecadores». El «ser entregado» pertenece a la tradición, no a la redacción: Es Dios quien entrega a Jesú s en manos de los pecadores. Y ¿quiénes son ellos? Son enemigos del Hijo del hombre y, por tanto, de Dios. Ahora bien, debe tenerse en cuenta su precisión más concreta: — Se trata de los dirigentes espirituales del pueblo de Dios, de los representantes de Dios, de un sistema religioso caducado. — Se trata también de los dirigentes políticos, de los encarga­ dos de gobernar la ciudad terrena. Ni a unos ni a otros interesa la causa del Hijo del hombre o su proyecto de promoción del hombre. Va en contra de sus inte­ reses. Y esto responde a la historia de todos los tiempos, pero se inició o, al menos, se denunció explícitamente en aquel tiempo. Esto significa que el hecho en cuestión está enraizado en aquella historia y no es simple fruto de la invención o especulaciones pos­ teriores. 33 W. S chm ith als , o. c., I, en el comentario a Me 8, 38; E. S c h w eizer , Das Evan­ gelium n ach Markus, NTD, Göttingen 1975, pp. 88-92.

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