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298 FELIPE F. RAMOS del hombre como perífrasis, como autodesignación e incluso con otras acepciones (que adquirieron en los evangelios el carácter de «título») supone que dicha expresión era ampliamente conocida, per­ tenecía al vocabulario de uso común, no puede circunscribirse al texto de Daniel, ni, por tanto, se puede recurrir a él como única fuerte de inspiración (como hacen la mayor parte de los exégetas, al estilo de N. Perrin) 4. La autodesignación no era, en modo algu­ no, sorprendente ni desconcertante. Posteriormente, al relacionarla con Jesús, se fue cargando de peso teológico hasta alcanzar el que tiene en los evangelios. La última cita de N. Perrin, y la evocación de otros autores como Crossan nos obliga a dar la explicación más satisfactoria de sus «especulaciones»: el haber comenzado por donde debían haber terminado. El estudio de la autodesignación de Jesús debe comen­ zar por las expresiones que traducen su fase terrena; pasar por las relativas a la pasión-entrega de su vida y terminar por las relativas al Hijo del hombre apocalíptico 5. III. ACTUACIÓN TERRENA DEL HIJO DEL HOMBRE A ) A testación triple 1. El Hijo del hom bre y el p erd ón d e los p eca d o s (La escena del paralítico presentado ante Jesús en una camilla). Desde el punto de vista literario la triple atestación tiene el valor de único testigo, ya que la dependencia literal de unos textos de los otros es evidente, singularidades aparte, que son adiciones o modi­ ficaciones de las que es responsable un evangelista determinado. Reflexiones: 4 F. F. R am o s , «El Hijo del hombre y el Reino», en Studium Legionense 39 (1998) 101 . 5 E. S c h w eiz er , «Der Menschensohn (Zur eschatologischen Ervartung Jesu>, en Neotestamentica, 1963, pp. 56-58, y en el mismo volumen: «The Son of Man again», pp. 85-92.

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