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322 FELIPE F. RAMOS 3.°) el «salto inesperado» del título «Cristo», que le da Pedro, a Hijo del hombre. Este salto es el fruto de una reflexión y de una composición redaccional muy pensada: Jesús es el Cristo y, en cuanto tal, el Hijo del hombre. El mismo salto «inesperado» que se da en el interrogatorio al que es sometido Jesús por el sumo sacer­ dote (Me 14, 61-62). En cuanto a las tres predicciones: a ) nos ofrecen un cuadro igualmente coincidente con las pre­ tensiones del Jesús terreno. Estaríamos en la trayectoria marcada por Marcos (2, 10.28) sobre la identidad del Hijo del hombre; b) garantizan la conservación del misterio del Mesías que habla y actúa veladamente (como en Me 2, 10.28), que es manifestado veladamente a los discípulos; c) la identidad de Jesús podía seguir oculta en Galilea (allí se pronunció la primera predicción, Me 8, 31, y también la segunda, Me 9, 31; la tercera no era una revelación de la misma porque se hace en el círculo de los discípulos (hacia afuera seguía bien guar­ dada la identidad de Jesús). 1.2. Anuncio d e la pasión y reacción d e Pedro (Me 8, 31 ) Lo dicho anteriormente sobre la inverosimilitud de hallarnos ante las ipssisima verba Je su no significa que no estemos ante la ipsa vox Jesu , es decir, que no debe excluirse que se hallen subya­ centes auténticos logia de Jesús elaborados y perfilados en el decur­ so de la tradición: — la tradición nunca hubiese llamado Satanás a Pedro. Al «jefe» no se le insulta, se le alaba o se le disculpa; — igualmente debió haber un «debate» sobre la peligrosidad del viaje a Jerusalén; — la duplicidad de ocultamiento y manifestación la elimina Marcos para sus lectores; la comprensión prepascual de Jesús en cuanto profeta escatológico con la referencia al apocalíptico Hijo del hombre, representado como el juez escatológico, era una incom ­ p r en sión natural. En el verdadero seguimiento, incluso del Jesús terreno, se halla únicamente aquel que se adhiere a la confesión de

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