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318 FELIPE F. RAMOS pobre viuda con el juez inicuo. Estamos diciendo que la frase es inseparable de la parábola anterior. Y la unión con la parábola del juez inicuo y la viuda se halla garantizada por este puente: «aunque les haga esperar, Dios hace justicia prontamente a los elegidos que claman a Él día y noche» (w . 7b, 8a) 23. 10.2. El texto aludiría a las dificultades del seguimiento. Teniendo en cuenta los múltiples problemas que suscitaba, ¿cómo podrán ser superadas? ¿No tendríamos aquí una referencia al fracaso de Jesús? Si Jesús había fracasado, ¿podría pensarse que sus discípu­ los viesen coronada su decisión por el éxito? Sólo desde su unión con él, desde la oración, puede mantenerse la fe suscitada y exigida por la presencia de Jesús. El Hijo del hombre, o Jesús, en su condi­ ción humilde, busca esta fe. Así lo entendió Pablo y lo expresó mediante la pluma de alguno de sus discípulos: «He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe» (2Tim 4, 7) (la fe tiene aquí el sentido de confianza); la comunidad tiene que preocuparse por dicha fe. Esta autopreparación es necesaria porque la parusía viene repentinamente (Le 12, 35.40.43.46; 17, 24.26-30), no desde el punto de vista cosmológico, sino desde una considera­ ción teológica que impone la vigilancia personal ante la venida imprevisible del Señor. Una venida consistente en el último encuen­ tro personal con el que viene como ladrón, sin anunciarse mediante el envío de su tarjeta de visita. Dios envía constantemente a la tierra sus mensajeros: Jesús y sus discípulos. Ellos esperan que se reivindique su labor, que su tarea sea cumplimentada y piden a Dios que sea así. Repetimos que el problema es si los hombres mantendrán la fe para pertenecer a los elegidos. En sentido estricto, no se trata de la «venida» del Hijo del hombre a la tierra —mucho menos de la necesidad de recurrir a la cábala para precisar el día de la parusía en el sentido habitual del término— sino de la fe que los hombres tienen y mantienen en la tierra. Indirectamente, de las consecuencias que se derivan de la fe o de la increencia. 23 G. S chneider , o . c ., II, p. 362.

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