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296 FELIPE F. RAMOS Sintetizando estos pensamientos habría que distinguir el p a s a d o de Jesús, cuya obra fue reconocida y aprobada por Dios al resucitarlo y sentarlo a su derecha, y su presente, que traduce la esperanza cris­ tiana de su regreso. Para destacar este presente fue aplicado por p ri­ mer vez (la cursiva es nuestra) a Jesús el título de Hijo del hombre. 3.°) La prueba de la acción vindicativa de Dios sobre Jesús la encontró la reflexión cristiana en los textos del AT partiendo del que acabamos de citar: Pero Dios, rotas las atadu ras d e la muerte, le resucitó p o r cu an to no era p osib le qu e fu e r a d om in ad o p o r ella (Hch 2, 24). Ese texto surgió de los datos ofrecidos por una serie de Salmos (Sal 18, 4-5; 16, 6-11; 110, 1; 2, 7). De ellos nació el pensa­ miento de que Jesús había sido exaltado como heredero de las pro­ mesas hechas a David. Particularmente importante fue el Sal 110, 1: «siéntate a mi derecha», porque esta afirmación les llevó al Sal 8, 6: «qué es el hombre... y el hijo del hombre». Desde este terreno vol­ vieron los ojos a Dn 7, 13 y, además, a Zac 12, 10: «llorarán a aquél al que traspasaron como se llora al unigénito». 4.°) Una vez establecido que Jesús volvería a la tierra como el Hijo del hombre y el redentor apocalíptico, el cristianismo primitivo enriqueció su figura recurriendo a una forma y contenido nuevos. Por un lado, utilizó las ideas y los textos tradicionalmente conectados con la apocalíptica judía. Un resultado de este proceso fue la creación de Me 15, 24-27: conmoción de los astros y, al final, la venida del Hijo del hombre... La otra forma consistió en investigar las Escrituras para quedarse con aquellas que hablan de catástrofes análogas judiciales y de conmociones cósmicas con las consiguientes metáforas. El Hijo del hombre en Q es el resultado de este proceso (Le 12, 8-9; Mt 10, 32 33): énfasis en el juicio; comparación con el relámpago (Le 17, 2; Mt 24, 37); la repentinidad de su aparición (Le 17, 28-30; Mt 24, 37- 41); la comparación con Lot (Le 11, 30; Mt 12, 40); la comparación con Jonás (Le 17, 28-29). 5.°) Las especulaciones anteriores son inseparables de la apoca­ líptica judía. Tres obras en particular han jugado un papel decisivo en la creación de esta figura misteriosa (Dn 7, 13): la visión de «uno semejante a un hijo de hombre»; el 2Esd y las parábolas de Enoc (caps. 37-71) que describen al redentor escatológico inspirándose en Daniel y, por tanto, presentándolo como un hombre o una figura humana o un hijo de hombre. N. Perrin entiende así el origen de la

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