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EL HIJO DEL HOMBRE 307 Evangelio de Tomás y Q l. El comentario que hace dicho autor es el siguiente: «... el dicho se remontaría al propio Jesús, aunque la inter pretación definitiva de su significado requeriría disponer de un con texto más amplio...». Esta afirmación nos merece la consideración siguiente: no nos parece seria, sobre todo si tenemos en cuenta la interpretación que el autor hace de la misma: «el ser humano, a dife rencia de los cuadrúpedos o de los pájaros, no tiene una morada fija en la tierra». Entonces surge el interrogante siguiente: ¿La morada de los cuadrúpedos o de los pájaros es más fija y estable que la de los hombres? Porque nos parece poco probable que el señor Crossan se refiera a la morada que Jesús fue a preparar para los creyentes (Jn 14, 1). Según lo que podemos deducir de sus consideraciones, semejante interpretación resultaría simplemente jocosa para é l9. 4.2. No estamos ante un proverbio aplicable a todos los hom bres, sino ante unas palabras auténticas de Jesús. No puede aducir se argumento alguno en contra de su autenticidad. No es probable que surgiese en la comunidad. Ésta consideró a Jesús como un pre dicador itinerante, pero no como un mendigo. En dicha afirmación pudieron haber influido las dificultades y persecuciones de que fue objeto y que le obligaron a huir de un sitio para otro. En cuanto a su contenido se acentúa el pensamiento del segui miento, en contra de la «instalación». El seguimiento excluye el afian zamiento en uno mismo y acentúa el servicio que se presta a los demás. El no tener dónde reclinar la cabeza parece acentuar la misma idea: prioridad por la causa del Reino; todo lo demás se hallaría subordinado a ella. El hecho de que se acentúe el seguimiento vincula estrechamen te la sentencia a Jesús, que es la persona a la que se sigue. Estamos ante una tendencia antirabínica: el seguimiento requerido por Jesús es distinto al impuesto por los escribas. Sus discípulos entraban en «lo oculto» de la casa de su maestro y, con ello, en la seguridad (en Mateo la pregunta la hace un escriba, no «uno» como en Lucas); el discípulo de Jesús entra existencialmente en el terreno de la inseguridad 10. 9 J. D. C rossan , Jesús. Vida de un campesino judío, Crítica, Barcelona 1994, pp. 302-304; F. F. Ramos, «La “figura” del Hijo del hombre», pp. 117-119. 10 J . G nilka , Das Mattháusevangelium. I, Herders theologischer Kommentar zum Neuen Testament, 1988, p. 311.
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