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238 ALEJANDRO DE VILLALMONTE cometió un «pecado» de desmesura, de «hybris» intelectual y volitiva, de nefastas consecuencias para ortodoxia y para ortopraxis de los cristianos, durante siglos. Se incurrió entonces en un infortunio y desventura doctrinal, posiblemente el mayor de toda la historia de nuestra teología cristiana. Con repercusiones negativas no sólo en el interior de la Cristiandad. La propia cultura secular ha sufrido el variado, desfavorable influjo de aquella «tradicional» doctrina. Nin­ gún otro «dogma» o bloque d e enseñanzas cristianas ba obstaculi­ zad o tan marcadam ente el progreso de la cultura secular moder­ na, europea como la teoría cristiana del p ecado original 6. Rizando el rizo iniciado al principio, termino invitando a los lectores a que no sientan nostalgia-añoranza-saudade por el «paraíso perdido». Nunca la humanidad disfrutó del «paraíso». En cambio, se les invitaría, con pretexto del tema tratado en este comentario, a que susciten y mantengan el esfuerzo por hacer realidad la «utopía del paraíso terrenal» que se abre delante de nosotros, en un futuro siempre mayor. Porque éste es el «paraíso» del que intentaban hablarnos los profetas del Antiguo Testamento. Ésta es la «utopía del Reino», que Cristo nos urge a realizar aquí y ahora. Sin necesidad de “gemir y llorar” por el “paraíso perdido” . Por otra parte, ubicar el «paraíso» como el lugar de la utopía, en un futuro siempre mayor, está del todo conforme con la mentalidad evolutiva, procesual, ver­ tida del todo hacia el futuro, que es característica nuestra cultura occidental. Mentalidad ésta (aunque secularizada) de raíces y presu­ puestos profundamente bíblicos. Alejandro d e V illalmonte 6 Una muestra del hecho puede verse en Alejandro de V illa lm o n te , Cristianis­ mo sin pecado original, Salamanca 1999, pp. 253-357.

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