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236 ALEJANDRO DE VILLALMONTE 3.4. U na m irada com prensiva h a cia el pasado En descargo de los que nos han precedido en la arriesgada tarea de hacer teología podemos decir que ellos, objetivamente, no cometieron ningún «craso error» en el sentido fuerte de la palabra. Porque no tenían la obligación profesional ni la posibilidad próxi­ ma, real de realizar una exégesis correcta de Gn 2-3, tal como hoy día es posible realizarla. Se trata de una de una de tantas inevitables limitaciones como la mente humana ha de sufrir, según épocas y circunstancias histórico-culturales, en la tarea de profundizar en las insondables riquezas de la Palabra de Dios. En efecto, la clave hermenéutica indispensable para leer y com­ prender correctamente la mente y la intención docente de Gn 2-3 es leer el texto como mito de los orígenes , como se ha hecho en el libro que comentamos. Ahora bien, hasta entrado el siglo xx, inclu­ so las mentes más abiertas, se encontraban en una que llamaríamos imposibilidad psicológico-moral, epocal para calificar esta perícopa como “mito de los orígenes” y deducir las pertinentes consecuen­ cias. No es posible demorarse en una larga explicación del hecho. Indicamos alguno de los motivos. Los primeros doctores de la Iglesia hubieron de exponer el Cris­ tianismo en fuerte polémica con las religiones greco-romanas, basa­ das sobre un complicado y resistente tejido mitológico. Por ello insistían en la historicidad de los hechos salvíficos por ellos predica­ dos, como rasgo esencial y específico de la nueva religión. No podí­ an tener condescendencia con fabulaciones y mitologías fantasiosas, aunque fuesen literariamente hermosas. Ni podían aceptar que las realidades divinas de su credo pudieran se vehiculadas, sin adulte­ raciones peligrosas, por medio de relatos mitológicos, inseparables, al parecer, de la religiosidad pagana. Este desprestigio y marginación del mito, fundada en motivos teológicos, se mantuvo en vigor a lo largo de los siglos. Una lenta rehabilitación de lo mítico comenzó con el romanticismo literario y filosófico. Pero todavía la filosofía positivista y racionalista europea del siglo xix marginaba al mito y lo consideraba como género litera­ rio de inferiores posibilidades expresivas y comunicativas, según el concepto que ellos tenían del saber humano.

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