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232 ALEJANDRO DE VILLALMONTE mayor, con su generoso Hacedor. Por otra parte, imponer un pre­ cepto, cuando no ha precedido comportamiento culpable, parece más una provocación que una ayuda para el bien. Sería disparar la dinámica de la ley que incita a la transgresión. Resuena aquí el viejo motivo mítico de la «invidia deorum», a la que alude la astuta ser­ piente en Gn 3, 4-5; pero que no es verdad. Comportamiento que, unido al descomunal castigo impuesto, parece más propio del Dios malévolo (el del Antiguo Testamento) que no del Dios cristiano. Desde luego, nadie comparte el concepto desfavorable que los gnósticos tenían sobre el Dios del AT. Pero, desde nuestro conoci­ miento y experiencia del Dios del Nuevo Testamento, podemos poner una objeción todavía más difícil a la teoría agustiniana- tradi­ cional sobre el pecado original, originante y originado: esta teoría nos resulta del todo incompatible con la concepto cristiano de Dios. Y, a tenor de lo dicho, carente de cualquier fundamento en Gn 2-3. 3.3. O rigen de la dura con d ición humana , según Gn 2-3 A nivel de razonamiento teológico, «el argumento aquiles» de la teoría agustiniana sobre el pecado original, según el propio Agustín y sus comentadores, formulado esquemáticamente, sería éste: sufren, luego son culpables. Sufren todos los seres humanos, espe­ cialmente los niños, «tanta miseria», luego son reos de algún peca­ do. ¿Y de qué otro pecado, sino del pecado que todos cometieron en Adán? Los teólogos de siglos posteriores también han seguido tras el hechizo de esta ingenua argumentación. Más aún, trasladaron a la mente del escritor de Gn 2-3 su propia mentalidad y argumen­ tación. Éste, decían, reflexionando sobre la dura miseria del hombre de su tiempo, habría llegado a descubrir la causa de ella, en el com­ portamiento de Adán en el jardín: en su pecado originante. Sin embargo, desde la perspectiva de un razonamiento teológico crítico, es obligado decir que san Agustín recurre aquí a una argumentación tan simple como apriorística y falaz. Desde que los primeros albores el «homo sapiens» da los pri­ meros pasos seguros en su evolución, todos los «sentidores» y «pen­ sadores» que en el mundo se han sido, han quedado impresionados por el espectáculo de la dura existencia del ser humano. Y han

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