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NO HEMOS PERDIDO EL PARAÍSO 229 gorías de “pecado”, “falta” o desobediencia moral. Ni estigmatiza a la naturaleza de losprotoparentes con ninguna "depravación moral” o “caída” de un anterior estado de perfección moral, de inocencia y felicidad; ni como retroceso o empeoramiento ontológico de su ser, ni perturbación psíquica o moral que, por vía de generación física, se hubiese considerar como la causa efectiva (originante) de los males físicos o morales de la humanidad. Esta misma concepción mítica de una “caída” espropia de otrasformas de pensar y de otros géneros literarios, pero no de Gn 2-3 . La interpretación de la “trans­ gresión ” en términos morales pudo deberse, entre otros motivos, al hecho de que la exégesis tradicional percibía, sin fundamento, una resonancia moral en la expresión “conocer el bien y el mal «.Fueron las categorías de índole moral las que llevaron a negar el paralelismo de amplio espectro entre los textos bíblicos de origen y sus paralelos mesopotámicos. Sin embargo, de su afinidad litera­ ria debería inferirse más bien la semejanza de objetivo: ilustrar míti­ camente las dureza de la condición humana actual y la realidad de la muerte como desarmonía en relación con lo bueno y hermoso (no en sentido moral, sino meramente humanista). Y como conse­ cuencia de un gravísimo acto de desmesura por parte de la pareja primordial, acto que habría desarticulado el orden de la creación, en curso de realización. En la lógica de los mitos de origen, la natu­ raleza humana está todavía en proceso de creación a lo largo de toda la narración. En consecuencia, el ser humano todavía no está del todo completo ni es capaz de actos con responsabilidad moral. Por otra parte, al cometer la “transgresión ” todavía no gozaban de “conocimiento ” que se dice lo adquirían por el acto de “comer”. La pareja primordial no ejerce ni es sujeto de ninguna acción que no esté ordenada a completar la creación de su condición humana. Por eso, comer del “árbol del conocimiento/de la ciencia” (adquisi­ ción del conocimiento), cubrir la desnudez (adquisición de la civi­ lización), sentencia divina, decreto de muerte y expulsión (adquisi­ ción de la condición de ser sujeto al dolo, mortal y sujeto al trabajo); en Gn 2-3 la valencia teológica es de orden etiológico» (pp. 266-267). Desde los primeros siglos cristianos hasta nuestros días, se leyó esta perícopa bajo el influjo de pesados prejuicios y pre­ supuestos. Que no lo eran sólo de un determinado doctor. Eran epocales, estructurales en la cultura religiosa y secular del tiempo.

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