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IDENTIDAD DEL CAPUCHINO, COMO HERMANO MENOR. 13 En el Oriente cristiano hay una clara distinción entre la voca­ ción monástica y el ministerio sacerdotal. «El monje intenta vivir como un cristiano de forma integral y mantener el radicalismo evan­ gélico, se siente heredero de la tradición carismàtica de los profetas y los mártires»6. En la historia del monaquismo primitivo hay infini­ dad de ejemp los que nos describen el rechazo constante de los monjes para aceptar las órdenes sagradas. Casiano llega a presentar a las mujeres y los obispos como las mayores dificultades para la vida del monje 7. Dos son los motivos fundamentales que inducen a esta actitud general en el monacato: la clara visión de que el acep­ tar el ministerio llevaba implícito el abandono de la vida seguida hasta ese momento algo que, por otro lado, resulta claro y eviden­ te. Al mismo tiempo, la imagen que en este tiempo se tenía del sacerdocio como un bien sublime. Y, de igual manera, el obispo, el presbítero y el diácono están al servicio del pueblo de Dios. Es por eso que escojen a los más virtuosos con el fin claro e incuestiona­ ble del servicio, en un sentido estrictamente ministerial y pastoral. Aquellos que permanecerán en el desierto será para el servicio de sus hermanos. Es importante señalar, como afirma Colombás, que el sacerdocio no confería a los monjes que lo recibían jurisdicción alguna sobre sus hermanos 8. Los monjes expresan con todos estos pequeños, un aprecio y apego realmente grande a su vocación monástica, el amor a la vida ascética y solitaria-cenobítica. Teniendo todo esto presente es signi­ ficativo señalar que, los monjes nunca vivieron totalmente aislados, la misma rudeza de la vida solitaria no era posible más que para un pequeño y reducido grupo, así como las dificultades inherentes al clima y al medio. Todo esto hizo que se fuesen congregando y orga­ nizando, siempre bajo la guía espiritual de un maestro que guiaba y coordinaba un grupo hacia el fin que se habían propuesto. 6 J. A. E s tr a d a , La identidad de los laicos. Ensayo de eclesiología, Madrid 2 1991, 142. 7 «Quapropter haec est antiquitus patrum permanens nunc usque sententia, quam proferre sine mea confusione non potero, qui nec germanam vitare nec episcopi evadere manus potui, omnimodis monachum fugere debere mulieres et episcopos»: 1. C assian u s, De institutione aenobiorum, XI, c. 18, en CC SL 513, 203, lin. 12-14; Sources Chrétiennes 109, 444, lin. 1-5. 8 G. M. C olom b ás, o. c., 141.

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