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46 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ romana o los del brazo secular, evitando tomar posiciones sobre el reparto de poderes. En la vida de la Iglesia y de los religiosos, el Concilio supuso una nueva manera de hacer y situarse las instituciones, poniendo todo el acento en el aspecto ministerial. El Concilio desarrolla un nuevo modelo de clérigo y obispo, es decir, de pastores. En la vida regular se da una homogeneización. Trento optaba por los ideales propios del movimiento general de la observancia, buscando una corrección disciplinar que se traducía en fidelidad al sentido y razón de ser de cada congregación. La cura animarum se convierte en una de las preocupaciones fundamentales de la Iglesia, que opta por buscar los medios apropiados para una mejor formación de sus pastores. Desgraciadamente, el sacerdocio estaba reservado para la gente de una clase social acomodada, ya que no era fácil poder acceder a los estudios. La igualdad dentro de las instituciones de la Iglesia se convertía en algo materialmente imposible y donde se marcaban unas distancias insalvables. Trento llevó a desarrollar una teología de perfección. En contra de la propuesta de Lutero, los padres niegan que se pueda dar más importancia al matrimonio que al celibato. No llegan a afirmar que la vida religiosa sea una opción más perfecta, aunque rechazando la interpretación «funcionalista» de la virginidad en orden a un servi­ cio más libre que proponían los reformadores, están implícitamente marcando una escala de valores. En dicha comparación la opción celibataria, sin distinción de clérigos o religiosos, ocuparía un nivel superior. Era una postura apologética frente a la afirmación destruc­ tiva que la Reforma hacía de la vida religiosa. Durante los siglos posteriores a Trento (xvii-xvm), no se per­ ciben cambios apreciables: la Iglesia ha optado por una teología y acción apologética. Ya no es la controversia protestante, sino una Iglesia que se repliega sobre sí misma en la búsqueda incan­ sable de una seguridad e inmovilismo. Ante el movimiento racio­ nalista del xvin se da una reafirmación sobre la autoridad suprema del papa y una vivencia intimista de la propia fe. El cardenal jesuíta Roberto Belarmino afirmaba que la Iglesia es «una comunidad de hombres que están unidos por la profesión de la misma fe y por la participación en los mismos sacramentos bajo la dirección de los pastores legítimos y, sobre todo, del único

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