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10 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ 2. PREMISAS HISTÓRICO-TEOLÓGICAS Sería imposible entender las pretensiones y precompresiones histórico-teológicas de los Hermanos Menores Capuchinos si, con anterioridad, no se recurre a la comprensión y lectura personal de Francisco y los primeros franciscanos, allí donde se encuentra la hue­ lla más auténtica del ideal de vida franciscana. Francisco como cual­ quier santo fundador es fruto de su tiempo, por ello es preciso cono­ cer el ambiente que le rodea, así como las fuentes de las que bebe y dan origen a su original manera de estar y hacer en el mundo. 2 . 1 . P r o yec to d e vida cristiana seg ú n el E vangelio Jesús con su vida pública y la llamada a los discípulos da comienzo a un estilo propio de comunidad. Desde una actitud sumamente sencilla y práctica escoge a un grupo y los hace sus ami­ gos Qn 15,15), manteniendo con ellos una estrecha intimidad. Los educa y prepara para que también ellos proclamen la llegada del Reino del amor. Los hace fraternidad de hermanos en el amor. La vivencia y realidad de este amor, se encuentra expresada en gran cantidad de pasajes a lo largo de todo el NT, expresión clara e incondicional de la manera peculiar de presentar su misión al mundo. Todo el anuncio del Reino lleva consigo la manifestación del amor incondicional de Dios, expresado por medio de Jesús. El amor es el centro del mensaje cristiano, es una respuesta de todo discípulo a las palabras del Maestro. Se espera una coherencia con Jesús, haciendo vida aquel mensaje que da sentido a toda su existencia: «que os améis los unos a los otros como yo os he amado > Qn 13,34). Cuando el discípulo se sitúa en el camino haciendo vida estas indicaciones, no cabe más que una posibilidad: asumir todas las consecuencias deducibles de este compromiso, a través de la oferta del servicio voluntario y generoso de la propia vida. Estas palabras sólo pueden ser comprendidas desde el seguimiento, desde la actitud auténtica de asumir toda la vida de Jesucristo. Aun con las dificultades implícitas que conlleva, desde la lectura del mismo mensaje evangélico: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame >(Mt 16,24).

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