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IDENTIDAD DEL CAPUCHINO, COMO HERMANO MENOR.. 175 nuestras ideas y de nuestros valores-guía a la luz del Evangelio; y nos obliga a abrir los ojos a las obras del Espíritu en el mundo. Exige que nos dispongamos e escuchar. Debemos confesar que tal vez estamos más dispuestos a predicar al mundo y a nuestros hermanos y hermanas que a escuchar atentamente al Espíritu que habla a través de ellos. Todo esto nos obliga a revisar nuestros proyectos y nuestras prioridades personales a la luz de aquella “verdadera y caritativa obediencia” que Francisco describe en sus Admoniciones (cf. Adm 3)» 59°. Es urgente promover y buscar ámbitos de trabajo que resal­ ten de manera relevante los valores carismáticos de francisca- nos-capuchinos. Trabajos abiertos a las necesidades que el mundo precisa en este momento y que coinciden con el lugar asignado por la Iglesia. Para ello será preciso replantearse las presencias, privilegiando aquellas más a tono con los valores y el estilo evangélico a costa de otras que han podido responder a las necesidades de un momento histórico concreto 591. En el plano de ciertos compromisos concretos, puede ser cierto que «la vida fraterna se debilita cuando predomina la actividad de carácter ministerial» 592, para ello será preciso resituar el ministe­ rio presbiteral dentro de la vida diaria en su lugar preciso, como un servicio a la Iglesia y nunca como un fin de la fraternidad. Promover y buscar una vivencia más real y auténtica de la exis­ tencia, haciéndolo desde la vida de oración que fundamenta y mueve a la acción, de tal suerte que se invite al pueblo a com­ partir esa experiencia con nosotros, haciendo que, desde la escucha de Dios, cambien las actitudes ante el mundo y hagan cambiar la realidad 593. Los primeros hermanos franciscanos rom­ pieron las estructuras vigentes haciendo del mundo su conven­ to. Desde esta perspectiva es preciso recuperar las posibilida- 590 V C P 0 51. 591 En concreto me estoy refiriendo al número tan elevado de hermanos que -<stá dedicado a la acción pastoral parroquial, quedando otro tipo de tareas más carismáticas pero menos gratificantes sin atención. Es también la llamada a restaurar un sinfín de trabajos laicales que los hermanos han desarrollado durante siglos. 592 C. B azarra , «La formación y la renovación de la Orden», en Naturaleza y Gracia 31 (1984) 68. 593 Cf. Const. 53,6. 50,3.

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