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IDENTIDAD DEL CAPUCHINO, COMO HERMANO MENOR.. 173 5.3. C red ibilid a d d e una pastoral , c o m o presen cia y serv icio , DE «HERMANOS MENORES» Fue el mismo Espíritu el que suscitó a san Francisco para que, con su Fraternidad al servicio del apostolado, según las necesidades más urgentes de su tiempo, ayudase al crecimiento de la Iglesia 582. El servicio como menores debe tener presente la pluriformidad pro­ pia del Instituto. Una pluriformidad que se ve apoyada en la gracia y capacidad de cada hermano. Una actitud de sumo respeto al her­ mano y a la acción del Espíritu sobre él. En el año 1974, en el Capí­ tulo General Extraordinario, la Orden pudo constatar cómo los her­ manos entendían ya la pluriformidad introducida en el año 1968, como un signo del Espíritu: «La pluriformidad en nuestra Orden es la posibilidad (por parte de la institución) y la capacidad (por parte del individuo o de alguna fraternidad) de encarnar los valores idea­ les del Evangelio y de la espiritualidad franciscana en el modo y medida que lo requieran los diversos tiempos y lugares. Son cami­ nos para llevar a cabo esta perfecta encarnación el secundar las ins­ piraciones del Espíritu Santo, el respeto al carácter histórico y tras­ cendental de la persona humana así como a los carismas de los hermanos y el observar los signos de los tiempos valiéndose tam­ bién de la ciencia antropológica» 583, algo que el mismo Pablo VI dejó de manifiesto en su Carta al Capítulo 584. La pluriformidad es el 582 Cf. Const. 144,3- 8,2. 583 «Naturaleza, extensión y concreta aplicación del principio de pluriformidad en la unidad», en Capítulo General Extraordinario 1974. Documentos, Burlada 1974, 12; Versión oficial: «Relatio De natura, extensione et concreta applicatione principii pluriformitatis in unitate», en Analecta OFMCap 90 (1974) 307. 584 «Hoy se discute mucho sobre la pluriformidad en la vida religiosa. Es claro, ciertamente, que una Orden tan numerosa como la vuestra, que se halla difundida y realiza sus actividades en todos los continentes, no puede mantener en todo la uniformidad. Pero téngase en cuenta que esa pluriformidad no se ha de entender de forma que tenga valor sólo en un sentido ni de forma que se des­ truya la unidad de la Orden. No cabe duda que la pluriformidad más fecunda y mejor recibida —como lo demuestra espléndidamente la historia de la Orden— es aquella que tiene como base la fidelidad a la Regla franciscana y a las intenciones de vuestro Padre legislador. En efecto, la verdadera pluriformidad —no la que anda en busca de experiencias inciertas y dudosas— se apoya en la comunión fra­ terna y en la obediencia jurídica a los superiores; según esto, ha de dejarse cierta

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