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IDENTIDAD DEL CAPUCHINO, COMO HERMANO MENOR. 151 ros y menores es posible ser auténticamente hermanos desde el esti lo de Francisco 521. Este clima de sencillez y sinceridad emplaza a la fraternidad a mantener unos principios, aun a sabiendas de que no serán com prendidos por todos. Lleva implícito un respeto especial a toda jerar quía pero también la sana libertad de espíritu para cumplir el papel profètico que está incluido en la vida consagrada 522. La distancia de toda seguridad de este mundo dispone al hermano para la itineran- cia propia de su vida en lugares y tiempos. El capuchino no puede ser definido de una manera aséptica y teórica ya que él se implica como parte integrante en la construcción de la fraternidad. En él se debe traslucir la imagen familiar de la fra ternidad: «Para adquirir la imagen del verdadero discípulo de Jesucris to, que maravillosamente se manifestó en san Francisco, pongamos empeño en imitarlo, en cultivar diligentemente su patrimonio espiri tual con nuestra vida y nuestras obras y en compartirlo con todos los hombres de cualquier época» 523. Ser hermano supone el convencimiento personal de igualdad con los demás hombres. Pero para que esto sea una realidad —aun sonando excesivamente parenético— necesita del ejercicio físico de los hermanos por contribuir a ser iguales 524. Me atrevería a decir más, la fraternidad precisa educarse a vivir siendo iguales. A este respecto afirmaba Lázaro Iriarte: «San Francisco enseñaba: “El mundo es la región de las desigualdades”. Quien ha dejado el mundo, debe aceptar la igualdad total. El santo temía que pudiese venir la desi gualdad ya fuese de la jerarquización vertical de la fraternidad, de la clericalización, de la introducción de los estudios, que habían lle vado a la discriminación entre dos clases de hermanos. Por desgra cia sus temores se han realizado. Con la asunción de precedencias, títulos, exenciones y privilegios» 525. Es preciso huir de este tipo de 521 «Siendo sinceros en el amor, seremos testigos de la esperanza en el Señor Dios y colaboradores de los hombres de buena voluntad, a quienes estimularemos a reconocer a Dios Padre, omnipotente y sumo bien»: Const. 100,5. 522 Cf. Const. 9. 523 Const. 3,2. 524 Cf. Const. 84. 525 L. I r ia r te , Le Costituzioni Cappuccine rinnovate. Lettura a dieci a n n i di “esperimento”, Roma 1978, 25.
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