PS_NyG_2000v047n001p0007_0195

148 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ Los gu ard ian es ocupan un lugar especial para la animación de las fraternidades, por ello parece necesario que «los superiores pre­ cedan a los hermanos en la vida fraterna y en la observancia de las Constituciones y, con la audacia de la caridad, anímenlos a obser­ varlas»497. No se trata, como lo pudo ser en otros momentos de la historia, de un riguroso orden de precedencia sino en el servicio caritativo que, antes de lo material, comienza por la expresión viva y auténtica de la observancia de la Regla y Constituciones. Los car­ gos son entendidos como una necesidad para el funcionamiento ordenado de la fraternidad: «Como verdaderos menores, los herma­ nos no ambicionen cargos; pero, si son llamados a ellos por la con­ fianza de los hermanos, no rehúsen pertinazmente el servicio de superior o de otro cargo»»498. El Capítulo G en eral sigue siendo un momento de gracia y un vínculo de unión entre las diversas circunscripciones y conferencias de toda la Orden. A este organismo corresponde no sólo el nom­ bramiento del ministro general y sus definidores, sino velar por toda la fraternidad: «El Capítulo General, que es el signo por excelencia de la unión y solidaridad de toda la Fraternidad, congregada en asamblea por medio de sus representantes, tiene la autoridad supre­ ma de la Orden»»4" . 4.3. E l valor d e ser «H erm ano M en o r » Después de haber recorrido los subrayados fundamentales de las Constituciones parece necesario analizar qué supone, en la vida concreta del capuchino ser hermano menor. Es lo que ahora se pro­ pone. Hago el análisis en referencia a las dos categorías fundamen­ tales que son las que dan el perfil propio al capuchino: el ser her­ m an o y el ser menor. Ambas son indisolubles entre sí. Cada una sirve para explicar y clarificar el concepto de la otra. El sustantivo fr a te r es el que más se repite en nuestras Consti­ tuciones, aparece un total de 324 veces. Ya sólo por el número de 497 Const. 185,3. 498 Const. 115,5. 499 Const. 116,1.