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140 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ aportar hoy, predisponiendo contra toda posible visión individualis ta de la relación con Dios. En este aspecto, es necesario seguir tra bajando para comprender y proyectar el valor eminentemente comu nitario de los sacramentos. 4.2.1.6. Fraternidad «casta» Este capítulo se aleja considerablemente de la visión propuesta por las Constituciones de 1536 donde se hacía hincapié en la defen sa de la castidad. Ante la mentalidad del nuevo momento histórico y la influencia del Concilio se habla de ésta como un «don excelen te de Dios» 446. Como en toda vida de castidad consagrada, la razón está en el amor preferente a Dios «que se abraza voluntariamente, bajo la moción del Espíritu Santo por Cristo y su Reino» 447. Es la posibili dad real para la oblación de la propia vida, que completa la liber tad asumida desde la pobreza y la obediencia. La castidad consa grada es para los hermanos un medio eficaz para la unión con Cristo: «Debido a este don, fielmente conservado y cultivado siem pre, nuestra fraternidad se convierte en signo luminoso del miste rio por el que la Iglesia está unida al único Esposo. El carisma del celibato, que no todos pueden comprender, es una opción por el Reino de Dios, anuncia proféticamente dicho Reino en medio de nosotros y ofrece un testimonio de la vida futura, en la que los resucitados serán hermanos entre sí en presencia de Dios, que será para ellos todo en todos» 448. La fraternidad es la nueva familia 449 para cada uno de los her manos y en ella deben presentar todos sus dones para el crecimiento y de ella, cada uno debe colmar sus necesidades. En la medida que la fraternidad asuma su papel de acogida facilitará la vida casta, sin olvidar las renuncias implícitas que conlleva 45°. Ella debe disponer 446 Const. 168,1. 447 Const. 168,1. 448 Const. 168,3. 449 Cf. Const. 172,4. 450 Cf. Const. 171,3.
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