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132 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ La libertad que supone estar en una actitud de fe abierta al Padre 405, entregando la vida como servicio y oblación, permite acer­ carse a la mesa del Señor cuando falte lo necesario para vivir, sien­ do conscientes también de que es una manera concreta de dar testi­ monio entre los hombres 406. 4.2.1.2. Prepararse para ser hermanos La tarea de la formación ha sido uno de los temas fundamenta­ les de reflexión en los últimos años. Los hermanos han sido cons­ cientes de la necesidad de atención que es preciso mantener en este punto. Una correcta y seria formación «consiste en la promoción de los hermanos y de las fraternidades, de tal manera que nuestra vida sea cada día más conforme al santo Evangelio y al espíritu francis­ cano, según las exigencias de lugares y tiempos. Esta formación debe ser continua, prolongándose a lo largo de toda la vida, tanto en lo que se refiere a los valores humanos como a la vida evangéli­ ca y religiosa» 407. La Fraternidad sitúa su formación desde un talante penitencial de conversión interior, silenciosa y pausada que abarca toda la vida y los ritmos concretos. Conocer el carácter y finalidad de la fraternidad es un requisito indispensable para poder asumir el lugar personal y comunitario que cada uno debe desempeñar en la Iglesia: «Como Hermanos Menores Capuchinos, es necesario que conozcamos el carácter y los fines de nuestra Fraternidad, para que nuestra vida, adaptada correctamente a los diversos tiempos, se inspire en la sana tradición de nuestros her­ manos» 408. El acento franciscano-capuchino de la formación está puesto sobre la identidad de vida: «Vivir como hermanos menores el uno para el otro es el elemento primordial de la vocación francisca­ na. De ahí que la vida fraterna sea siempre y en todas partes exigen­ cia fundamental en el proceso de la formación» 409. Vivir uno para el 405 Cf. Const. 86,6. 164,4. 31,4. 14,2. 406 Cf. Const. 63,4. 407 Const. 22,1. 408 Const. 4,1. 409 Const. 23,4.