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124 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ que favorezcan la obediencia caritativa mutua, activa y responsable, la subsidiariedad y la corresponsabilidad, la madurez de cada uno de los hermanos y de la fraternidad (Const 23,3ss.; 30,3; 37,3ss.; 50,4; 142,2ss.; 157,3ss.; 159,lss.; 162; l64,2ss.). Y, finalmente, preocupémo nos de que nuestras casas favorezcan la vida fraterna (Const 68,3> 375. Algo que en otros momentos hubiera sido difícil, se convierte ahora en una exigencia de la fraternidad, respaldada por la sensibilidad pro pia de los tiempos en que vivimos. El ambiente de mayor receptibili- dad hacia los valores humanos ha cuajado también en la Fraternidad y comienza a hacer más patentes sus frutos. Ellos mismos han constatado el cambio vertiginoso que está aconteciendo: «El apostolado en la Iglesia está experimentando una rápida evolución, con profundas consecuencias para la Orden: a ) la notable disminución del número de sacerdotes diocesanos ha obli gado a la Orden a aceptar servicios pastorales sin una auténtica refe rencia a su carisma fundamental; b) el aumento del número de ministros laicos, con frecuencia preparados profesionalmente, ha enriquecido nuestro apostolado; sin embargo, en algunos lugares los hermanos no estaban preparados para este impacto y se han manifestado temerosos a la hora de asumirlo; c) en la Orden el aumento de hermanos que no desean abrazar el estado clerical ni desarrollar los servicios tradicionales de los hermanos no clérigos, ha enriquecido y cambiado nuestro apostolado. Por lo demás, estos hermanos no siempre han encontrado entre nosotros la manera de realizar un apostolado estimulante y satisfactorio; d) algunos herma nos clérigos no desean realizar los apostolados tradicionales de la Orden; e) el papel y la responsabilidad de las mujeres en la socie dad ha experimentado un cambio revolucionario. Su creciente desempeño en los ministerios de la Iglesia es visto a veces con temor por parte de algunos hermanos» 376. La Orden comienza a vivir un equilibrio objetivo que le hace ser sensible y crítica con sus propias realidades. No se trata, como muchas veces se ha podido dar a entender, de un clericalismo atroz y sumamente destructor sino que, el campo laical de la Orden nece- 375 V CPO, 26. 376 V CPO, 43.
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