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430 SATURNINO ARA C a p ítu lo III VIDA DE ORACIÓN DE LOS HERMANOS O experiencia de Dios y testimonio gozoso del más allá, vividos ya aquí, en una sociedad indiferente y, en algunos casos, contraria al cristianismo e Iglesia, consiguientemente, en clima pascual, cruz y resurrección. Sociedad, por otra parte, hambrienta de Dios y necesi­ tada del testimonio de la experiencia del encuentro con el Dios vivo. Se impone, pues, la oportunidad de presentar en normativa con­ creta unos horarios de oración o de dedicación al encuentro con Dios y los valores sobrenaturales que responda al cambio de clima religio­ so, de formas de vida con diversas y distintas ocupaciones cotidianas y del trabajo que se realiza en actitudes y modalidades de actualidad. Una normativa en la que cabría, no obstante, su más reciente vigencia, una interpretación que, salvado el principio y exigencias de la fraternidad, permitiera expresarse en términos que pudieran venir a decir que las constituciones pueden incluso ser transgredi­ das, gracias a las mismas Constituciones 48. C a p ítu lo IV NUESTRA VIDA DE POBREZA Reglamentación, ante todo, de la pobreza evangélica, aunque las Constituciones no deben descender a detalles sobre las exigen­ cias de esta misma pobreza en su versión o concretez de pobreza material, quizás, aún menos de espíritu. Deberán indicar y exigir comportamientos de austeridad, de limitación en el uso y propiedad de los bienes que nunca serán privados, sino público-eclesiásticos. Esto mismo dicho en categorías de actualidad o del momento, insti­ tucional, cultural, social y económico. Y, en consideración y valoración de los sentimientos que hoy se viven, a saber, que toda institución, ya por el hecho de aparecer y ser institución, maneja dinero, pero no para que se invierta y ni siquiera se gaste a estilo de las empresas, a capricho de superiores 48 Cf. J. M. R a m b la , «El hombre de las Constituciones como prolongación del hombre de los Ejercicios», en Manresa, 70 (1997) 365.