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FUTURO DOCTRINAL Y NORMATIVO DE LAS CONSTITUCIONES... 427 Las Constituciones no imponen «obligación» alguna. Se presen­ tan, más bien, como una ayuda o medio que se ofrece para poder llevar adelante con amor y esperanza el compromiso, querido libre­ mente, aceptando con elegancia y reconocimiento la propuesta de otros criterios que se admiten en madurez y prueba de concordia, no sólo de consenso, y desde luego de comunión. Podría ser éste el momento y lugar apropiado para interpretar el sentimiento de gratuidad que supone la aceptación del querer de Dios y hablar de la necesidad de tratar de desterrar el concep­ to desacertado con y por el que se equipara el mandamiento a la obligación. Simplemente nos fijamos en el deseo manifestado por el Con­ cilio Vaticano II, recogido en el vigente Código de Derecho Canóni­ co, que las Constituciones se constituyan en la programación prácti­ co-jurídica de un carisma, identidad o patrimonio espiritual redescubierto y actualizado. La mayoría de las congregaciones o institutos de vida consagra­ da se esforzaron y lograron extraer de sus Constituciones el viejo derecho y alcanzaron reglamentar la programación de vida y con determinadas exigencias religiosas. Pero son pocas las congregacio­ nes que han logrado descubrir y describir plenamente su carisma en el texto de las Constituciones, y algunas se han sentido obliga­ das a describirlo en texto aparte. Hay Constituciones que se limitan a la transcripción de un patrón que buscaba eliminar una serie de exigencias, prescripciones se decía, que molestaban a la nueva clase, menos dispuesta por lo sobrenatural, propensa al igualitarismo entre sí y las iglesias locales y algo ilusionada con el nuevo sistema edu­ cativo o formativo y los medios de comunicación social que pro­ penden claramente hacia el Estado del Bienestar, en su versión suave de sistema económico, fuertemente regulado. Se han celebrado los diversos Sínodos de los Obispos y, entre éstos, el de la vida consagrada y resulta un algo preocupante que los obispos diocesanos apenas hablen de los consagrados y que cuando lo hacen sea en una cierta forma crítica. Parece que incluso olvidan que, en tantos casos, los «mejores» laicos y el voluntariado menos costoso de las diócesis e iglesias locales suelen ser los reli­ giosos y religiosas que se van reduciendo y empobreciendo, cuan­ do centran su actividad e intervenciones en las parroquias y en las

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