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426 SATURNINO ARA al mínimo, no cambiable, respetando —eso sí— el propio estilo, sin perderlo, pero dejando de lado el empeño de hacer preceder toda disposición normativa de una exposición doctrinal o motivación. Entre otras razones, porque cada época puede exigir una motiva­ ción y exposición doctrinal distintamente afectiva o simplemente actualizada, es decir, vecina o próxima, que realmente conmueva, anime y convenza. La tercera puntualización tiene presente y llama la atención sobre ese mal entendido que carga sobre la norma los costos de un esfuerzo y de una renuncia que, tantas veces, supone la realización de un programa generoso de vida, esfuerzo y renuncia que no vie­ nen impuestos desde fuera, sino que son la lógica exigencia de un actuar humano y con libertad. Aceptar ser capuchino y con libertad es coincidir en una serie de cosas básicas a cumplir por quienes se sienten comprometidos con un modo de ser, individual y colectivo, por el que se opta, com­ promiso que nace desde dentro, es decir, porque se quiere y no sólo porque se manda. Sólo en un clima de imposición, cuando se siente la norma como algo alienante, se hace comprensible que ésta se sienta como algo que se impone desde fuera, a saber, desde y como «ley del otro». «De ese modo, escribe Torres Queiruga, la reacción no podía ser otra que la de afirmar la autonom ía: la ley del propio ser, que la libertad se da a sí misma. De hecho, «autonomía» pasó a ser la palabra clave de la modernidad, el criterio decisivo de la libertad. Lo cual supuso un gran avance p a r a todos. Porque es verdad que la libertad sólo existe allí donde ella se determina por sí misma, donde actúa, en definitiva, «porque quiere» y no sólo porque se lo mandan. En el nivel de la afectividad empírica, nadie, ni siquiera Dios se puede poner en su lugar y decidir por ella. Todo lo más, puede haber «motivos», es decir, algo que la incite desde fuera a moverse: pero en última instancia tiene que ser ella quien se mueva a sí misma. De otro modo, será determinada por otro; estará —literalmente— alienada 47. 47 T o r r e s Q u e iru g a , o . c ., p. 176. De interés las líneas siguientes.

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