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420 SATURNINO ARA Las perspectivas a este particular, sobre todo si se tiene en cuenta la sensibilidad que supone y exige la programación del res­ peto y defensa de los derechos individuales o de la persona, son, no diré tremendas, pero sí comprometedoras para unas Constitucio­ nes que tienen que poner a la base y como fundamento de toda actuación, tanto de súbditos como de superiores, el respeto a los derechos del hombre y luego y siempre, como complemento y supe­ ración, el lema y tema de la obediencia caritativa. E l t r a b a jo , la so b r ied a d , el espíritu d e p o b r ez a y la caridad Reconozco que estos términos corresponden a cuatro valores doctrinales y prácticos que tienen su propia identidad y merecerían, por ello, un tratamiento más apropiado y bien singularizado. No contamos ni con espacio ni con el tiempo necesario. Me limito, pues, a reflexionarlos bajo un mismo epígrafe, pero sin confundir­ los, y no de forma muy detallada, y a señalar su posible incidencia doctrinal sobre las disposiciones también prácticas de las Constitu­ ciones de los Capuchinos. «En la Alta Edad Media, el ora et labora de la Regla benedictina indicaba que en la realización monástica del cristianismo se inició una valoración positiva del trabajo, temáticamente complementaria de la fundamental y obvia oración. Trabajar con la expresa intención de ofrecer a Dios el esfuerzo y el resultado del trabajo es parte coesencial de la vida, si se quiere que ésta sea camino de perfección. En el inte­ rior de los monasterios, así siguió entendiéndose el ora et labora de san Benito. A la vez iba en ellos creciendo la estimación del mundo creado, en tanto que naturaleza, así desde un punto de vista estético —es tópico el elogio de la belleza de los parajes en que se levantaban los monasterios— como en lo tocante a la utilidad práctica de los seres naturales. A mi modo de ver, así debe ser entendida la resuelta prefe­ rencia de san Bernardo por los medicamentos «naturales» —las hierbas medicinales—, frente a los posibles recursos “técnicos” de la práctica terapéutica. Como el mundo creado, con su sola presencia, “canta” la gloria de Dios, las cosas a Él pertenecientes son las que más directa­ mente muestran la voluntad divina de ayudar a la humanidad»39. 39 Laín E n tr a lg o , o . c ., p p . 46 - 47 .

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