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IJTRUM OMNIS ACTIO 1NFIDEUS SIT PECCATUM. 399 mente, el pecado no borrado por la penitencia lleva pronto a otro pecado por su propio peso ll6. De todas formas, el hombre colocado fuera de la gracia es capaz de hacer alguna obra moralmente buena, sea fiel o infiel. De todas formas, se trata de algo que ocurre no sólo rara e infrecuentemente, sino con la mayor dificultad. Si no ocurriera así, la naturaleza del hombre no permanecería herida solamente por el pecado. Es que habría desaparecido del todo, al no conservar siquiera impulso algu­ no al bien por lánguido y imperfecto que fuere. Resulta entonces algo proporcionado a la naturaleza humana obrar bien moralmente. Así sucede cuando se actúa en conformidad con la razón sin dirigir la acción a fin sobrenatural alguno. Al no haber quedado las fuerzas naturales extinguidas, podrá el hombre obrar el bien en alguna oca­ sión sin auxilio especial, pese a que no pudiera hacerlo siempre. Será capaz entonces el hombre, pese a ser infiel, de dar limosna al indigente por un afecto natural proveniente de cierta compasión tam­ bién natural, siendo este acto bueno moralmente. Se seguirá por tanto que el hombre es capaz de hacer algún bien moralmente sin especial auxilio divino. El hecho de que dicho acto no esté referido a Dios no constituye obstáculo alguno. Los actos son honestos de suyo y por su naturaleza cuando el que los hace no los refiere a otro fin, considerándose en tal caso referidos a Dios 117. Los actos buenos quedan ordenados naturalmente a la recta razón con la que concuer- dan, si no están viciados por el mal o impedidos por el que los rea­ liza. La recta razón es el orden natural y consentido por la razón divi­ na. Del mismo participa de algún modo la razón humana. Se armonizará consiguientemente con la razón divina lo que está en consonancia con la recta razón humana, pese a no existir ordena­ ción a un fin superior por parte del que obra 118. No existe obra alguna por la que el hombre tiende y se dispo­ ne a la consecución mediata o inmediata de la gracia justificante, que no pueda realizarla él mismo con sus fuerzas sin auxilio espe­ cial de Dios. Esta conclusión la considera desde su punto de vista Aragón tan cierta que, si se dijere lo contrario, se incurriría en error. 116 Cf. nota 53 117 Cf. nota 54. 118 Cf. nota 55.

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