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104 ALEJANDRO DE VILLALMONTE luntario, un «pecado» que trajo la pérdida fatal de aquel estado pri­ mero que no conocía tanta miseria. Por tanto, la miseria humana es resultado de una «caída/ fatal» ocurrida en los orígenes de las diver­ sas tribus humanas. Los mitos ancestrales proto-históricos de las más diversas cultu­ ras, las filosofías antiguas y religiones de tipo órfico-platónico; la religión judía y la cristiana han seguido similar esquema narrativo, argumentativo, cada uno según las exigencias de su concepto de dioses/Dios, del hombre y del puesto de éste en el cosmos. En todos ellos la historia comienza bien, pero inmediatamente se torna en historia maligna. Así, pues, dentro de este argumento experiencial tenemos dos versiones fundamentales: a ) Las formulaciones parateológicas de los mitos y filosofías antiguas y modernas. b) La formulación creyente/teológica iniciada, como se sabe, en el AT y continuada con vigor hasta hoy mismo. Nos fijamos, como es normal, en el proceso reflexivo que ha llevado a los teólogos cristianos desde la experiencia de la gran miseria humana a buscar y, a su juicio, encontrar una explicación plausible, una etiológica en la hipótesis/tesis del PO. Al menos para los cristianos, la miseria humana no tendría explicación razonable ni creíble, si no se admite el PO. Para los no-cristianos, el equiva­ lente sería la caída original de variada índole en cada cultura anti­ gua. Para el hombre actual, de mentalidad evolucionista, tal recurso a los misteriosos y excelsos orígenes carece de sentido, ante la razón razonadora y crítica. A) U na rápida referen cia h istó rica so bre esta argum en tación Un antiguo comentarista dice que el argumento más célebre de san Agustín a favor del PO es el que toma como punto de partida las infinitas miserias de la vida humana. Argumento que se encuen­ tra no ya en cada libro, sino en cada una de sus páginas 53. Dentro de la polémica antipelagiana ya conocemos palabras decisivas del 53 E. de N oris , Vindiciae Agustinianae II, 3; en PL 47, 6 l6 .

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