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C a p ítu lo I ¿CUÁL ES LA SITUACIÓN TEOLOGAL DEL HOMBRE AL LLEGAR A LA EXISTENCIA? Con humor, con cierta connotación irónica, se ha dicho que el teólogo es un hombre profesionalmente atareado en buscar respues­ tas profundas e intrincadas a preguntas que nadie ha formulado. Reconozcamos, con similar humor, que el riesgo de que así suceda es real y que, con frecuencia, no ha sido satisfactoriamente supera­ do. La pregunta que encabeza este apartado es básica para noso­ tros: es el punto de acceso, es el modo específico en que, creemos, ha de ser iniciado hoy el estudio de esa constelación de afirmacio­ nes que integran la teoría del PO. No quisiera que, de entrada, la pregunta fuese tachada de irrelevante, de ociosa. Porque en su res­ puesta se decide sobre un problema de elevado interés, al menos histórico: la existencia o no existencia del PO. Dogma famoso, pre­ ocupante para el teólogo, para el pastor de almas, para todo cre­ yente. Incluso para cualquier hombre que viva en el ambiente reli­ gioso-cultural del Occidente cristiano. Por otra parte, tampoco quisiera enfatizar ni solemnizar la importancia de la pregunta propuesta. Por eso, juzgo un deber de honestidad científica comenzar fijando los límites objetivos —tanto cognoscitivos como valorativos— del problema y de las soluciones que al mismo pudieran, razonablemente, aportarse. 1. UNA PREGUNTA QUE HAY QUE JUSTIFICAR En nuestros días, al menos, parece existe la convicción genera­ lizada de que, tanto los autores como los destinatarios inmediatos de la Escritura, no tuvieron preocupación ninguna apreciable por conocer la situación teologal en la que podría encontrarse cada indi­ viduo humano al entrar en la existencia. Este preciso momento, inac­ cesible a la experiencia y enigmático, de la relación del incipiente ser humano con su Hacedor, pudo quedar desatendido. No se ve, de entrada, qué importancia podría tener para la vida religiosa del

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