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94 ALEJANDRO DE VILLALMONTE b) El legado de Trento que debemos recibir y transmitir, por nuestra parte, se cifra en esta fórmula repetida desde san Pablo y san Agustín: No desvirtuar la Cruz de Cristo = ne evacuetur Crux Christi!: Dejar clara la verdad fundante de nuestra fe: la universali­ dad y sobreabundancia de la redención de Cristo. La vertiente antropológica de este dogma cristológico es la afirmación de la inca­ pacidad absoluta del hombre para obtener, por sus propias ener­ gías, la Salvación: Vida eterna. El texto tridentino sobre el PO y su complemento, el de la jus­ tificación, la necesidad del Salvador la funda en el hecho de la uni­ versal, profunda situación de pecado en que se encuentra la huma­ nidad histórica a la que dirige su mensaje. Es la situación de PO (originante y originado), con toda la constelación de afirmaciones antecedentes, concomitantes y consiguientes que nos son conoci­ das. Por motivos polémicos se insiste en el pecado de los niños. Y también por motivos de política eclesiástica. Parece claro que, con el recurso a la secular doctrina del PO, el Tridentino quiere ofrecer una aclaración de tal situación a nivel pastoral, de etiología descriptiva, práctica, funcional, de marcado interés polémico, «para recuperar a los errantes y confirmar a los vacilantes», DS 1519 . En este contexto, dada la índole instrumen­ tal, subsidiaria, ancilar que la doctrina del PO tiene respecto del dogma de la Redención, brota la inevitable, recurrente, pertinaz pregunta: ¿es que para mantener la universalidad y subreabun- dancia de la Salvación es necesario seguir manteniendo la doc­ trina del PO? Naturalmente, esta pregunta no se hace en un artifi­ cial ambiente o por rebuscado interés académico. El lector conoce las severas y, en casos, letales objeciones que la hodierna sensi­ bilidad cristiana —desde diversos puntos de mira— opone a la ‘creencia’ en el PO. Las hemos ido mencionando y habrá que vol­ ver sobre ellas. 7 . NO HAY PELIGRO, MIENTRAS QUEDE CLARA LA REDENCIÓN Son conocidas las dificultades que Agustín encontró para explicar el origen del alma. Provenientes, en gran parte, de su teoría del PO. Terminaba la discusión con esta sabia advertencia de teólogo: «Aun-

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