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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 93 y la lectura de los mejores estudios dedicados al tema nos han lle­ vado a las apretadas conclusiones que hemos propuesto y que ahora completamos desde la perspectiva hermenéutica46. Un hodierno lector de los textos tridentinos debe compartir una seria convicción sobre la relatividad, circustancialidad, contex- tualidad, índole fragmentaria, evolutiva y procesual de toda capta­ ción y expresión humana de la verdad. Incluida la verdad sobre cuyo origen divino no abrigaríamos dudas. Los pronunciamientos de Trento sobre el PO están, sin posible excepción, sujetos a estas limitaciones y condicionamientos del humano conocer y del huma­ no hablar. Los dichos de Trento tienen su verdad, su indiscutible valía teológica dentro de la circunstancia vital toda entera —men­ tal, religiosa-vivencial, cultural— en que fueron proferidos. Hoy mismo nos sentimos obligados a realizar sobre ellos esta tarea que juzgamos ineludible y arriscada al mismo tiempo: la de transcultu- rar, e inculturar el mensaje de Trento sobre el PO en la circuns­ tancia vital toda entera —religioso-vivencial, teológica, cultural— en que nos encontramos en el umbral del siglo xxi, ¿qué es lo que podemos/debemos asumir y transmitir, y qué es lo que debemos dejar caer como adherencias coyunturales, perecederas? En este momento, me parece conveniente decir, con el debido respeto, que algunos teólogos sistemáticos (llamados también especu­ lativos y dogmáticos) aprueban los métodos de rigurosa hermenéuti­ ca que los escrituristas católicos aplican a los textos bíblicos, con indiscutible éxito, desde hace varios decenios. En cambio, parece que son renuentes a la hora de aplicar similar hermenéutica a los textos del Magisterio, en el caso del Tridentino. Una teología que quiera ser científica debe ejercer una continuada y rigurosa labor crítica sobre sus propios principios. A los textos del Tridentino no se les puede conceder una inmutabilidad, sacralidad, intangibilidad igual y menos superior a la concedida a los textos bíblicos. Los textos tridentinos hay que someterlos al mismo tratamiento histórico-crítico, a las leyes de la hermenéutica de las culturas y de los géneros literarios que, tan exitosamente, han sufrido los textos de la Escritura. 46 Para no prolongar en exceso este comentario, me permito remitir a mi estu­ dio recién citado, Qué ‘enseña ’ Trento sobre el PO. Allí aducimos más amplia docu­ mentación y argumentación sobre el tema.

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