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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 83 mila a fondo, si no no se la acepta imbricada y traslapada con otras verdades más sustantivas y substanciosas del credo cristiano: el concepto de Dios/sólo Dios; el concepto de Cristo/sólo Cristo. Esta vertiente cristológica merece la mayor atención. La enseñanza de Lutero sobre la justificación, en su tenor y contenido más inmedia­ to, es una enseñanza antropológica, referida al hombre. Pero, esta verdad sobre el hombre, está mantenida a tergo por una verdad cris-tológica/soteriológica. Lutero llega a su doctrina peculiar sobre la justificación desde otra preocupación más radical: salvaguardar la eficacia de la Cruz de Cristo. Bajo la consigna que ya conoce­ mos en san Agustín y en san Pablo: ne ev a cu e tu r Crux Christi! = ¡no v a c ia r d e con ten ido la Cruz d e Cristo! Desde aquí cobra su pleno sentido lo que Lutero dice sobre la justificación del hombre corrompido y sobre el PO. Se descubre en la postura de Lutero, tal como la conocían los teólogos de Trento, una jerarquía de preocupaciones e intereses reli­ giosos y de consiguientes afirmaciones: ante todo, hay que salva­ guardar la fuerza redentora de la Cruz de Cristo. Y, por cierto, en forma excluyente, única: sólo por la gracia que se dona en Cristo Crucificado somos salvados. Pero no queda garantizada la fuerza única de la Cruz si, correlativamente y con similar energía, no se afirma la absoluta impotencia, la nada soteriológica del hombre. Hasta excluir toda colaboración, todo sin -ergism o entre la Gracia y la libertad del hombre. Pero esta total nulidad e impotencia soteriológica del hombre tiene raíz y origen en la corrupción de la naturaleza humana provo­ cada por el hombre mismo. Porque Dios hizo bueno al hombre, lo creó en santidad y justicia, según dicen la Biblia y la Tradición. El pecado de Adán sería el orig in an te de la corrupción pro­ funda, religioso-moral, de la humanidad: ese pecado es un reali­ dad/fuerza permanente (p eccatum p e rm an en s ), incrustado en la última profundidad del corazón, del ser humano «existenciado» en la historia. Puede observarse que la enseñanza específicamente luterana sobre el PO es una verdad subsidiaria, ancilar, preambular, presu­ puesto de otra verdad, también referida al hombre, pero de mayor relevancia teológica: la impotencia absolu ta d el hom bre p a r a obte­ n er la Salvación . Con lo cual queda camino libre para proclamar,

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