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82 ALEJANDRO DE VILLALMONTE 1. POR QUÉ Y CÓMO LLEGA TRENTO AL TEMA DEL PO Desde la primera mitad del siglo v, y hasta la primera mitad del siglo xvi, contamos once siglos en los que la creencia en el PO impregna la teología, la religiosidad, la cultura entera de los cristia­ nos occidentales. Incluso podría hablarse de un exceso de creencia, una inflación de especulaciones en torno a esta verdad. El hombre medieval —teólogo y no-teólogo— se contempla a sí mismo como el hombre caído: desterrados hijos de Eva, que caminan gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. ¿Qué pudo pasar para que el Magisterio se viese obligado a intervenir, en forma solemne e impo­ sitiva, para apuntalar una creencia que parecía gozar de privilegia­ da, exuberante salud? Por aquellos años M. Lutero constataba, según hemos menta­ do, que «sobre el pecado original, fabula la turbamulta de los teó­ logos de varias maneras». El Magisterio oficial toleraba reposada­ mente estas discusiones «quodlibetales», ya que todos estaban acordes en lo sustantivo: todo hombre entra en la existencia en situación teologal de pecado, muerte espiritual. Con el haz de afir­ maciones que a esta sustancial convicción acompañaban. Pero, ahora mismo, observa el Tridentino, han surgido, respecto al PO, disensiones nuevas y antiguas que afectan a la sustancia de esta ver­ dad y de la economía entera de salvación, DS 1510: el nacimiento del luteranismo y la reviviscencia del pelagianismo provocan la intervención solemne y autoritativa del concilio a favor del PO. Este contexto polémico, controversista, apologético, pastoral y kerigmáti- co es indispensable tenerlo a la vista para valorar, sin excesos, el alcance del texto tridentino que ahora nos va a ocupar. 2. IMPULSO LUTERANO A LA DOCTRINA DEL PECADO ORIGINAL Como es sabido, Lutero presentó su teoría de la justificación como la sustancia del Evangelio, del Cristianismo. En torno a este artículo de fe, a su juicio, cae o se mantiene la Iglesia. Pero el acontecimiento de la justificación es, de suyo, por su contenido, una realidad antropológica. Aunque no se la entiende ni se la asi-

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