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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 79 Es sabido que, siguiendo el pensamiento agustiniano, esta curiosa teoría tuvo vigencia e importancia de primer grado en cier­ tos momentos de la antropología, mariología, cristología, de la moral. Cuando se comenzó a decir que la Virgen María no fue man­ chada por el PO, surgen hombres como san B ernardo y otros mag­ nos y piadosos teólogos que reaccionan con firmeza: imposible que María, engendrada con concurso de varón, aunque fuese un santo varón como san Joaqu ín , no fuese manchada por el hecho de ser engendrada por un varón de la raíz adánica. ¿Cómo podría estar presente, en el corrupto y pecador proceso de generación normal, la gracia del Espíritu Santo?43 El beato J. Duns Escoto tuvo que poner en acción su reconocido talento de «Doctor Sutil» para prescindir de la fantasiosa teoría del semen infecto y desconectar la transmisión del PO de cualquier vinculación interna con el proceso biológico de la generación. Más tarde veremos como su argumentación teológica a favor de la gracia inicial de María, de su inmunidad de toda man­ cha del PO, abre la puerta hacia la afirmación de la G racia in icial de todo ser humano, hacia la ausencia en el de PO y hacia su dese­ able eliminación del campo entero de teología católica. Si bien el Doctor Sutil no pensó, ni de lejos, en estas aplicaciones extensivas, ni en un ‘inm aculism o un iversal ’. Pero ahí quedan los principios teológicos desde los cuales se justifica el paso que nosotros damos desde el inmaculismo «mariano», al inmaculismo universal. Con las cautelas que expondremos. No tiene interés, en este momento, seguir la historia de la creen­ cia en el PO durante la Edad Media. Sobre todo Abelardo, pero tam­ bién san Anselmo y el bto. J. D. Escoto se apartaban de Agustín en puntos de importancia. El «dogma» del PO gozaba de una vigencia eclesial, social e incluso cultural tan vigorosa y la interpretación agus- tiniana del mismo era tan segura que a nadie se le ocurría hacer un estudio teológico histórico-crítico sobre el origen, presupuestos y 43 «¿De dónde viene la santidad en la concepción (de María)? ¿Es que se intro­ dujo en medio de los abrazos maritales, en el mismo acto generador, de modo que fuese al mismo tiempo engendrada y santificada? Esto no lo admite la recta razón. Porque, ¿podría existir santidad sin el Espíritu Santificador, o bien asociarse el Espíri­ tu Santo al pecado? O es que no hubo pecado, allí donde estaba presente la libido. A menos que alguien diga que ella (María) no fue concebida por obra de varón...», Epist. 184 ad Can. Lugdunenses, 7; PL 182, 335. El abad de Claraval reproducía ideas corrientes en su época. Siquiera sean bastante estridentes para la cultura y sensibilidad actual, por sus residuos mitológicos y su rudo primitivismo.

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