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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 77 4. FIJACIÓN Y OSCILACIONES DE LA TEORÍA AGUSTINIANA SOBRE EL PECADO ORIGINAL EN LACRISTIANDAD OCCIDENTAL No necesitamos comentar el éxito total y la recepción indiscutida que la tesis agustiniana tuvo en la Iglesia occidental. En este punto concreto san Agustín podría hacer suya la célebre frase: La Tradición soy yo. Constatado el hecho, una historia de la teología que no sea meramente documental y descriptiva buscaría los motivos profundos de esta universal, pacífica, secular recepción de la enseñanza agusti­ niana. Sin entrar a fondo en el tema, me permito mencionar sólo algu­ no de los motivos que más interesan en nuestro tema: — en la tesis agustiniana del PO es clara la impotencia soterio- lógica que afecta al ser humano, al menos a nivel de una predica­ ción de conversión; — queda muy clara la necesidad de la acción salvadora de Cris­ to. Maniqueos y pelagianos, los grandes herejes de Occidente, que­ dan refutados desde sus fundamentos. Sin embargo, por nuestra parte, vuelve la obstinada pregunta, ¿para explicar la gran miseria humana, para explicar la impotencia soteriológica del hombre, para afirmar la excelencia de la redención de Cristo, para refutar herejes maniqueos o pelagianos, es indispensable recurrir a la teoría del PO?, ¿no será posible, e incluso más beneficioso, explicar esas tres verda­ des por otros caminos no transitados por Agustín, ni por sus incon­ dicionales, acríticos seguidores durante quince siglos? Yo creo que a los incontables textos de la Tradición referentes al PO hay que someterlos a mismo método histórico-crítico al que se ha sometido a los textos bíblicos. Tarea mucho más complicada, pero no menos urgente y necesaria. El resultado final de la exégesis de la Tradición será correlativo al logrado por la exégesis bíblica: no existe un a d o c trin a tra d ic io n a l en r e fe r en c ia a l PO. Al decir esto se piensa en la Tradición en sentido teológico/técnico: la Tradi­ ción escrita con mayúscula, que por su universalidad, por afectar a verdades nucleares de nuestra ortodoxia y nuestra ortopraxis tengan los rasgos indispensables de una Tradición fundante, que pudiera hacernos pensar, razonablemente, en la presencia e influencia del Espíritu que sigue hablando en las iglesias. Sin embargo, preciso es reconocer que existe una secular, pluri- forme tradición religiosa, teológica, cultural universalmente humana

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