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64 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Al Adán genesíaco y paulino le queda la representación que corresponde a un símbolo, a un personaje de parábola . Él es el para­ digma, el prototipo del hombre pecador. Siempre que a estas palabras no se les ponga encima la insoportable carga de la metafísica platóni­ ca y gnóstica. Adán somos todos, repite la tradición, incluidos varios Padres de Trento. Pero incluso esta función de gran símbolo del hom­ bre pecador, ha de compartirla con otros símbolos bíblicos no menos significativos. El de Caín, que mata al hermano, puede aspirar a ser el símbolo siniestro de todo pecado humano. Así cabe interpretar las palabras de 1 Jn 3 , 12 - 13 . El cristiano encontrará en la traición de Judas el pecado prototípico, símbolo de todo pecado humano. Estos perso­ najes pueden aspirar a ser pecadores «originantes» con tantos «mereci­ mientos» como los que pueda presentar el viejo Adán M. Podemos concluir esta consideración sobre el PO en el NT, rea­ firmando: a) los predicadores de la Buenanueva interpelan a una humanidad en oscura situación religiosa de pecado 35; b) se les hace te el libro de W. S trolz (Hgr.), Vom alten zum neu en A dam . U rzeitmuthos un d Heilsgeschichte, Freiburg, Herder, 1986. 34 A nivel de la alta ciencia escriturística y teológica puede conservar aprecia- ble interés histórico-crítico la reflexión sobre «los dos Adanes», sobre «Cristo, Segun­ do Adán». Porque, lejos del habla de la teología escolar, en el lenguaje coloquial, popular español, en las conversaciones de la gente, la mención de Adán, con fre­ cuencia va acompañada de connotaciones poco gratas. Ser un «Adán» es ser un hom­ bre descuidado, sucio, apático. O bien se le hace al padre Adán tema de comenta­ rios, en parte hilarantes y en parte enfadados por la enorme insensatez que cometió al comer de la manzana, para perdición de todos sus descendientes. El humorista A. U ssía opina que, en última instancia, es preferible aceptar la hipótesis de que procedamos del mono antes que de Adán. Porque, sugiere él, nuestra ascendencia animalesca podemos pensar que se ha purificado y sigue purificándose tras millones de años de ascendente evolución biológica. Pero la necedad de Adán que nos perdió por comer de una manzana, esa no tiene cura. Y puede ser contagiosa. Adán y Eva, en «ABO* (diario madrileño), 30 oct. 1996. Con motivo de que, después de más de un siglo de oposición, el Vaticano parece dar vía libre a la teoría del evolucionismo. 35 De todas formas, se ha observado con frecuencia que el Jesús del Evangelio no tiene una visión tan sombría de la humanidad. Aunque sí que siente una inmensa conmiseración por la debilidad y abandono espiritual en que se encuentran sus oyen­ tes. Pablo mismo dirige una diatriba de oscuros y duros rasgos a judíos y griegos, en los primeros capítulos de la carta a los romanos. Pero luego esa misma carta y todo su epistolario pone constantemente en primer plano la luminosidad, la sobreabun­ dancia y la fuerza vivificante de la Gracia. En realidad, Rm 5, 12-21 goza de un esplén­ dido aislamiento en todo el contexto de NT. Por lo demás, es obvio que Rm 5, 12-21

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